Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


viernes, 7 de enero de 2011

LA ÉTICA DEL RESENTIDO (FRAGMENTO 5 - LEANDRO TRILLO)

CAJA TORÁXICA


Pronto deberé presentarme, si es que no lo he hecho bastamente aun. ¿Qué esperan que diga? ¿Mi nombre? He dicho cosas más importantes que mi nombre. Cualquiera que sea mi nombre, nada modifica el hecho de que yo estoy ahora en una oficina que está llena de muerte. Muerte por todas partes y por todos lados. Nadie puede dejar de morir aquí. De la forma más canalla y más ruin, y de la otra. Demasiada gente muere demasiado seguido entre los de aquí adentro. El padre de, la madre de, el hermano de, la hija de, la mujer de, la nieta de. Es demasiada muerte. Quizás sea un mensaje.
Ayer, en un velorio horrible de una de estas personas le comente a una señora que aquello que me angustia de la experiencia del velorio, de ver la muerte ajena, que no es otra que la mía y que la de todos – cualquier muerte es acaso un espejo – es pensar que a mi se me morirán próximamente una serie de seres queridos cuya pérdida me resultara irreparable. Me espera un affaire con el olvido que seré incapaz de evitar. Y el olvido es parte del círculo del amor. Tal vez el ritual de la muerte sea efectivamente una forma más de amor. Me resulta imbécil en verdad creer en lo que acabo de escribir, pues creo que estoy escribiendo compulsivamente con el solo fin de tratar de esquivar tener que ir a un velorio en el que sé que en este mismo momento estoy siendo esperado. Y no me molestaría defraudar al velorista. Pues aunque él no lo sepa semejante rito es completamente inútil para los dos y las lagrimas que broten de allí nos convierten incesantemente en imbéciles. Nada existe, decía Sergio el anarquista. La resaca, la mierda, lo oculto y lo subterráneo, como pensaba Kerouak, eran los territorios de Sergio, quien además de anarquista era quien temprano dejó de creer en la forma que usaban los imbéciles para celebrar la muerte.
Evidentemente he decidido usar estos papeles restantes para hacer algo así como un anotador adonde poner lo que siento con respecto a este espanto.
-Esto está mas espantoso que nunca, dije hace poco a mis alumnos. Me miraron. Ese es otro tema. Mis alumnos. Me encuentro generalmente con aulas vacías. Nadie está demasiado interesado en estar en aulas. Queda excluída de mi generalización un poco de gente grande. Pero jóvenes muchachos están porque sí. Pareciera que no hay nada que valga la pena en las aulas. Expresiones inmundas, de desagrado. Indiferencia. Las miradas y los mensajes no se encuentran con sus receptores. Tal vez reflejen lo que soy yo frente a un aula y funcionen como un espejo. Pero gente mucho más bella que yo y más capaz se pregunta por el mismo problema. Hay días en los que no me considero tan inmundo y hay días y momentos en los que me veo como todo un Adonis. Ya no se a quien creer. No sé a decir verdad si creo ya en cosas y en gente. Cada vez más seguido me encuentro gustoso de aislarme, gustoso de encerrarme a tratar de escribir una sola línea que valga la pena, que justifique un escrito, un libro, mi vida, pues aun siento que no la he escrito. Es como si cada vez menos necesitara a la gente, a los bares, a los hoteles, al sexo, a los imbéciles y a los inteligentes para moverme o aquietarme en el mundo. Si no fuera porque trabajo para pagar una maldita casa que nunca termina de llegar mi figura se adecuaría muy bien a la de un ermitaño.
Hace poco conocí a un muchacho que me pasó buenos discos. Me pasó discos de Fates Warning, Goran Bregovic, Devin Townsend. No conocía a ninguno y dio la casualidad de que yo llevaba discos conmigo aquel día. Y le pase unos cuantos. No se sorprendió. Yo no pude evitarlo. Siempre la misma idiota sonrisa dibujada en mi cara.
Al igual que mi vida, nada ocurre en este escrito que configure una trama demasiado coherente, como la llamarían los tipos a los que trato de evitar justamente para no oír esa devolución. A veces me desespera ese tipo de escritura, que mas bien huele a vomito cuando la huelo en la relectura. No deseo escribir una novela para tratar de obtener premios y reconocimientos. El amor que usan para escribir novelas me parece inútil y desagradable. Es vano. Prefiero el vacío y el odio. Pasiones más fuertes. Más potables. Más alimenticias. Prefiero la mierda. Así que me declaro en rebeldía. Nada me importa frente a esta hoja ya. Tampoco poseo editor y lo más probable es que no me esfuerce por poseerlo. Las pulsiones que operan en mis manos son otras ahora. Probablemente estos papeles mueran conmigo, sin ser vistos por nadie. Como si fueran un ser humano cualquiera. Y su mayor logro es no ser nada más que una serie de anotaciones frenéticas.
Pronto deberé presentarme. Habrá que imaginar, luego de haber leído aquello que vengo contando, cómo puede ser mi figura, cuáles los gestos que hacen identificable y descriptible mi rostro, cómo puede verse mi aspecto.

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