Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


lunes, 3 de enero de 2011

A.D.E.C.L.E. Y LAS INVESTIGACIONES DEL PROFESOR ESTEBAN DOMINICO AGUIRREZABALETTA (de Los relatos sosos de Ímber Martínez - Leandro Trillo - 2010)

A.D.E.C.L.E. Y LAS INVESTIGACIONES DEL PROFESOR ESTEBAN DOMINICO AGUIRREZABALETTA


El profesor Esteban Dominico Aguirrezabaletta, nacido en Abril de 1946, ha sido un sujeto de vida involuntariamente guiada por la curiosidad. Sé que alguna vez alguien le refirió, en los albores de la década del ochenta, que era él de la vieja escuela. Aguirrezabaletta entendió que esa devolución fue quizás uno de los hechos más importantes de su vida pues a causa de ella advirtió que la nueva escuela ha traído al mundo a un nuevo hombre. Bajo esa misma nomenclatura decidió llamar al hombre a través de, hasta donde se sabe, tres ensayos elaborados en el transcurso de una investigación que duró treinta y cinco años aparentemente. Un fragmento de uno de esos ensayos, el único al que evidentemente fui capaz de acceder, es el objeto de este relato.
Se decía que Aguirrezabaletta era un hombre dedicado de lleno al estudio. Metódico y constante no decidió realizar viajes en demasía, como enseña la historia de algunos grandes científicos autodidactas. Más bien prefirió la observación de la conducta en los lugares en los que esporádica y casualmente se encontró a lo largo de su vida, que fueron ciertamente pocos, según pudo saberse mediante informes obtenidos a través de las oficinas del registro civil. Sus estudios y sus obras nunca han sido ni expuestos ante foros académicos ni postulados para que se evalúe la posibilidad de que sean editados. No fueron exagerados los intentos del profesor Aguirrezabaletta por llegar a publicar sus producciones. En verdad pocas personas ajenas a su reducido círculo de afectos las habrían conocido. Una ducha de similar desconocimiento ha logrado ocultar los entreveros de la forma en la que llegó a decidir invertir treinta cinco años de su vida en una investigación. Nada se sabe acerca de esos procesos. Escaso es lo que se conoce acerca de la vida del profesor Aguirrezabaletta.
De los cuadernos de anotaciones que le pertenecieron y que han sido encontrados ninguno expone un solo detalle de lo que podría considerarse su vida íntima. No existe material documental que haya llegado a mis manos que sea capaz de corroborar o de negar su calidad de buena o mala persona, sus colores favoritos o los que en vida despreció, sus aventuras sexuales, sus desengaños, la continuidad de su vivir o la inevitable aparición de su muerte.
Pude saber que un sobrino suyo que lleva su mismo apellido reside en un pueblo cercano a la ciudad de Bahía Blanca. He tratado en dos oportunidades de dar con él. En la primera se negó rotundamente a atenderme y en la segunda ocasión compartimos una mesa de cafetería y me explicó que nunca había tenido relación con su tío que mereciera ser contada.
Se preguntará tal vez el lector entonces cómo es que he llegado al escrito que se transcribe a continuación. Ante ello explicaré que lo hallé en un local de venta de libros de escritores anónimos.
Aguirrezabaletta fue miembro de una asociación que se dedica a reunir libros no editados ni publicados ni difundidos. La asociación lleva por sigla A.D.E.C.L.E. Significa Asociación De Escritores Carentes de Libros Editados. No había ningún libro editado ni dos ejemplares del mismo texto en los archivos de A.D.E.C.L.E.
Conozco la existencia de una serie de conflictos nominales acaecida a mediados de los años noventa referidos a litigios de poder que pretendieron nominar de una manera a quienes hubieran publicado libros alguna vez y de otra distinta a quienes no lo hubieran hecho a pesar de haberse desempañado en la misma tarea.
Fue en ese local, desprolijo y empolvado, en el que logré hacerme con el original del manuscrito del profesor Aguirrezabaletta.
A.D.E.C.L.E., al poner a cargo de la atención al público a un joven que no dudó en aceptar diez pesos que le ofrecí para poder llevar los papeles conmigo, había dejado ya de funcionar, evidentemente, bajo la firme intención de registrar a rajatabla los trabajos de los escritores que no habían publicado jamás bajo los esquemas formales de una editorial.
En lo que concierne a aspectos referidos a la formalidad del fragmento que se transcribe diré que pertenece a uno de los tres ensayos que se sospecha componen la producción escrita de Aguirrezabaletta. Todo indica que el ensayo se encontraría incompleto pues carece de índice, de títulos intermedios, de subtítulos. De acuerdo a mi propia experiencia en los anaqueles de A.D.E.C.L.E. puedo concluir que no es imposible que el texto haya sido manipulado por su guardián.
El hipotético fragmento que aquí se expone plantea una serie de reflexiones referidas a lo que el autor intuye como la figura aparecida de un hombre nuevo.
Con indisimulable tinta de opinión personal diré que el escrito del profesor Aguirrezabaletta no merece ya más prólogo que este.


“LA APARICIÓN DEL HOMBRE NUEVO


Por el Prof. Esteban Dominico Aguirrezabaleta.


Quizás sea necesario indagar algunos rasgos que definen al nuevo hombre. Es innegable que éste ha aparecido. Algo habrá hecho la historia. Existen una serie de estudios estadísticos y sociológicos que han tratado de demostrar la aparición en la cadena evolutiva humana de un nuevo género de cuerpo. En este tipo de teorías ocurre la tan esperada no escisión de cuerpo y mente como si se tratara de dos envases que son ajenos el uno del otro. En esta nueva configuración, a ambos términos corresponde el mismo nombre. Debo declarar que he sido hasta no hace demasiado tiempo un preocupado seguidor de los estudios que estas teorías han comenzado a desarrollar. Creí, en un momento, que no sería posible hacer coincidir esa serie de supuestos con sujetos pertenecientes al campo de la realidad. Decididamente, y a causa de la necesidad de trabajar, comencé a realizar una serie de estudios de índole indefinible ejecutados sobre sujetos contemporáneos a mí. Ello ha derivado en la búsqueda de lo que estas teorías que tanto me han interesado llaman el nuevo hombre.
Fue así que cometí un considerable esfuerzo por tratar de desentrañar qué es el nuevo hombre.
Primeramente intuí que lo que debía buscar eran datos y rasgos de aquella conjunción irrumpiente en el lenguaje de lo que juntos conforman el cuerpo y la mente. Es decir rasgos que tengan y otorguen la capacidad teórica de unir. Comencé a trabajar frecuentando oficinas de la administración publica, colas de bancos, aulas de universidades, mini mercados, bares, discotecas, saunas y teatros. La investigación ha demandado un total de tiempo de treinta y cinco años.
He hecho mis mayores esfuerzos intelectuales por tratar de situarme en todos los ángulos de mi vida como un observador durante la mayoría del tiempo que estuve investigando. A raíz de ello soy hoy, innegablemente, una persona de frío carácter, un gran simulador y un sujeto que se encuentra, generalmente, ajeno. Trato de no emitir juicios, pues he comprobado que no hay demasiada utilidad en creer ni siquiera un poco más de lo debido el juego que proponen las ficciones sociales más allá de la necesaria para subsistir.
En una oficina de la administración pública he observado y estudiado celosamente a sujetos por demás interesantes. Las formas en la que los discursos funcionan en los centros de invención de sentidos son muestra de la creación. Ocurre una especie de arte en cada ámbito que en algunos casos excede lo que se puede imaginar como banal y en otros excede lo que uno podría imaginar como superación artística. El ámbito de la conducta más usado para generar y reproducir esta producción es el discursivo. En este sentido, tanto el hombre nuevo como el hombre viejo están obligados al arte y a la creación tanto como están obligados a la aceptación de la muerte.
Aun en los casos de implicancia más extrema, como simulacros de enamoramientos, contiendas económicas y fingidas discusiones de lo que llaman ideologías, he decidido no sucumbir ante la tentación de conformar parte de esas historias. Pasado el tiempo de mis posibilidades confieso creer que también yo he matado a un artista.
El nuevo hombre en la cadena de la evolución no pudo ser escindido en términos de cuerpo y mente porque lo que ha ocurrido en común, de acuerdo a mis estudios, es que la configuración corporal se ha dado a través de un proceso de dominación ejercido por la mente. Sin embrago es éste el límite al que puede llegar el análisis mientras se continúen tomando los términos por separado. Para aceptar que es de otra forma es necesario dejar de pensar en las formas anteriores. Es necesario el silencio para ello. Las palabras justas brotarán solas. Nada es olvidado. De todo hay un registro que más tarde o más temprano se presenta como plano.
Una de las observaciones fundamentales y que más han llamado mi atención se corresponde con la fusión que los sentidos de los sujetos han protagonizado con relatos evanescentes y convencionales. Hay sujetos que han convertido palabras ajenas, de otros, hasta empresas, en carne, en sinónimo de verdad, en conducta sin importar el olor a humedad, las moscas merodeando frente a lo rancio, la alcahuetería vana. En más de una ocasión observé abruptos cortes de dialogo entre dos personas que con anterioridad habían decidido llamarse amigas y compañeras en razón de un rumor, de un cometario de pasillo, de una alcahuetería. A raíz de ello observe gente enfermar. Gente a la que el esófago se le lleno de llagas, gente cuyos intestinos se volvieron intransitables, gente cuya capacidad de desear debió ser internada de urgencia en un geriátrico para deseos. He sido testigo de que ello dio lugar a que las ciencias de la conducta desarrollaran una irrefrenable compulsión a nombrar, a ejecutar nomenclaturas sobre espacios cada vez más escindidos pertenecientes al mundo del desarrollo de la subjetividad. No demasiado lentamente cada enunciación expedida por un sujeto cualquiera pudo corresponderse, encasillarse, moldearse de acuerdo a un síndrome o a un complejo o a una sociopatía formulada por esa compulsión a nombrar.
He sido testigo de cómo aquellos que decían llamarse amigos se han llamado enemigos de un momento a otro a causa de las insondables emociones que generan los celos cuando hay cuestiones jerárquicas de por medio. De todo lo que he visto, esto es acaso aquello que más me cuesta teorizar, pues no resulta bajo ningún concepto claro si se extrae de lo que es el nuevo o el viejo hombre. Pareciera que allana el campo de las esencias o de las características de especie.
En el ámbito del desarrollo subjetivo del nuevo hombre lo que está en juego, en disputa, el trofeo que justifica el odio hacia otros sujetos es un gesto que se pierde inmediatamente en el tiempo, no queda registro porque no hay virtud alguna que merezca ser registrada. Ni siquiera se conforma un chiste o un grato momento para ser registrado. Comencé a intuir allí los aspectos más banales del nuevo hombre.
El nuevo hombre de la cadena es aquel que vive en las ciudades como si estas fueran salas de espera. El nuevo hombre espera sin saber que se encuentra esperando. Y si bien ese ha sido el destino de todos los hombres a través de todos los tiempos, el nuevo hombre lo vive a través de una singular capacidad deseante. Esperar ha pasado a significar objetos e imitación de conductas mediáticas para él. Se toma el nuevo hombre un sobre efervescente de pulsión tanática cada mañana para salir a la calle. Sale a ella, por lo general, negándose a los placeres. Pareciera que le alcanza viendo como otros acceden a ellos. La maquinaria mediática del nuevo hombre se encarga perfectamente de satisfacer esa pulsión a través de revistas, de programas de televisión, a través de las estrategias de reproducción y a través de la fabricación de espejos que devuelven al ojo del observador un reflejo irreal de su propia imagen, que se vuelve similar a la de aquellos que habitan el protagonismo mediático y que son admirados por ello.
Esa disfunción psicológica de lo que es el placer y de lo que es el goce para la configuración subjetiva del nuevo hombre ha sido un constante faro de observación en el transcurso de estas investigaciones. Así, pude concluir en algún momento que en su mayoría, el hombre nuevo sobrevive en las sociedades que ha decidido crear y acatar. El hombre nuevo, tan ligado, tan inseparablemente unido a la ficcionalidad, espera no morir hoy. Prefiere vivenciar la agonía de sus deseos, de sus males, de sus quejas y de sus decepciones diarias. El hombre nuevo, a causa de su adicción a las ficciones no puede hacer otra cosa que sobrevivir. Por eso, de alguna manera, la sociedad producida que produce al hombre nuevo funciona como una sala de espera. En ella se espera ansiosamente que se presente ante la propia vida una súbita realización de las propias necesidades y deseos similar a la que los tótem mediáticos muestran cotidianamente.
En innumerables oportunidades testigos directos de la nueva humanidad me han relatado que han sido discriminados de la manera más destructiva y conciente a la vez por todo un equipo de trabajo, es decir por todo un entorno. Las más humillantes acciones provenientes de un conjunto de lo que se llamaba cuerpos mente han padecido miles de sujetos que no han podido des sujetarse de ello. Los he visto llorar ante mí, siendo un completo desconocido. He visto el habla rancio e irrecuperable de esos sujetos que no han hecho otra cosa más que exponer con sus relatos una radiografía del hombre nuevo. De aquel que cree que el derecho de piso es el castigo hacia aquel que el azar ha situado inconcebiblemente frente a él, de aquel que cree que puede pertenecer a una mayor dignidad humana a través de la adquisición de aparatos electrónicos de alta tecnología, de aquel que confunde lo diferente de su cuerpo mente con lo intratable, de aquel que intuye que el retiro de las palabras es un mensaje constructor.
En las dependencias y en las fabricas del hombre nuevo he visto la estrategia echada a rodar consistente en el armado de ficciones que se sitúan distorsionadamente por sobre las ficciones a las que el hombre nuevo es adicto. Es decir que tras la persecuta de un objetivo correspondiente a los anhelos del hombre nuevo se traman historias para difamar. Ello, la difamación ficcional, constituye para el hombre nuevo una adicción severa que se presenta tan difícil de revertir como otras. Se trata básicamente de la adicción a la producción de ficciones que se sitúan por sobre las ficciones anteriormente creadas. El rumor le ha resultado insuficiente al hombre nuevo. Por eso ha consagrado fábricas de chismes en el seno de su vida social. El nuevo hombre no rumorea, sino que posa su capacidad creativa sobre el desarrollo de chismes. De esa manera configura historias y teje tramas en la mayoría de las veces inexistentes. Sobre ese tipo de ficciones que se sitúan por sobre las ficciones convenientes es sobre las que se arma el discurso del hombre nuevo.
El hombre nuevo, en lo que refiere a un aspecto pedagógico de su configuración, no ha sido enseñado acerca del papel de las ficciones en la constitución de las sociedades. Ha sido únicamente eyectado hacia ellas no teniendo la facultad de dudar sobre el valor de verdad de la ficcionalidad. Así, los contenidos de las ficciones que se reproducen a diario a través de la maquinaria que el nuevo hombre ha creado para ello, se constituyen tanto en sus preocupaciones como en sus anhelos y en sus referencias. Y de acuerdo a ello, las preocupaciones y los anhelos del hombre nuevo han adquirido una indisimulable forma de objeto.
Algún extraño fenómeno pareciera hacer que el nuevo hombre no pueda detenerse a considerar esta adicción como no natural. Es decir que el hombre nuevo ha constituido como uno de los ejes de su configuración mente cuerpo la naturalización de lo que sus sentidos vislumbran a diario. El hombre nuevo no cree que las cosas puedan ser diferentes. A los que sí lo creen se les llama de la vieja escuela, u hombres viejos.
He conocido reiterados casos de acoso laboral, moral, mobbing, como le llama la nueva ciencia del nuevo hombre. He conocido a quienes han sufrido y a aquellos hombres nuevos que han gozado con la aplicación de esa configuración de mente cuerpo. He oído a ambos hacer bandera por algo que en aquellos tiempos se denomino derechos humanos. He visto a ambos especimenes de hombres plantarse en actos públicos repudiando lo que recordaban que se llamo crímenes de lesa humanidad y los he visto al día siguiente hostigando y dejándose ser hostigados entre ellos, enterándome así claramente de la adicción a la ficccionalidad.
He observado además el caso de sujetos que han ejercido cargos públicos bajo esta modalidad conductual. A ello el nuevo hombre lo llama ejercer la política. Algunos sujetos me han dicho que a causa de ello no creen en la política – la compulsión a enunciar que no se cree es una característica que he observado en todos los ordenes de la vida del nuevo hombre – y otros me han confirmado que tal ejercicio nada tiene que ver con la política sino que es el ejercicio del poder con el que las sociedades de los nuevos hombres se manejan para interpretar el mundo.
He conocido y observado de cerca los procedimientos de hombres de prensa. Tal vez nada haya llamado más mi atención que eso. La fabricación de relatos constantemente evanescentes y la creciente adicción a crearlos y a consumirlos han sido la condición sin la cual el nuevo hombre no podría haber existido. Alguna vez observe que funcionan como libre camino para el ejercicio de la imaginación. Ello se debe a aquellos que podrían pertenecer a la vieja escuela de formación de sujetos, mientras que en otras ocasiones pude observar que la inefable maquina de fabricar relatos para el hombre nuevo es nada mas que una mecánica de la vida cotidiana. La condición de su reproducción. Es como el mecanismo de producción en serie. Si no se inventaran relatos a diario bajo la aparatología del nuevo orden que puede dotarlos de una ilusión de verdad, como los diarios, los medios televisivos y radiales, la sociedad del hombre nuevo se estancaría en una velocidad que instituiría pausas más extensas a las ahora habituales, otro tipo de operación de racionalidad.
La condición etárea nada tiene que ver con los esquemas de configuración de la mente cuerpo del hombre nuevo. No hay demasiadas diferencias entre hombres nuevos nacidos en los años cincuenta y entre hombres nuevos nacidos en la década de los noventa. Ambos, y todos aquellos que se encuentran comprendidos en el medio, son vestidos por la misma maquinaria, son enunciados por la misma condición discursiva, son seducidos y pensados a través de los mismos esquemas de configuración cuerpo mente implantada por los relatos evanescentes de la modalidad de existencia del hombre nuevo.
He alcanzado también a leer a ciertos autores intelectuales que postularon la aparición del cuerpo mente del hombre nuevo como quizás una consecuencia de lo que teóricamente denominaron posmodernidad. Pero, como observador, los intentos por mirar a ambos términos como ajenos e independientes el uno del otro fueron innumerables. A causa de ello puede ser que ambos sean procesos íntegramente ligados a la evolución de los procesos químicos y no al devenir filosóficamente conceptualizado. Podría pensarse en una interacción de ambos términos pero existe un punto en el tránsito por el problema en el cual deja de tratarse de buscar puntos de encuentro, sino que la cuestión es, estrictamente, creer o no creer en lo que se cree. Ese fenómeno es el que estoy poniendo sobre el tapete. Creer o no creer, eligiendo hacerlo implica un aspecto de evolución o de modificación biológica, física y química.
Su transmisión a nivel genético es innegable. Con el uso del intelecto se modifican los gestos, el campo de la etología estalla, se modifica el andar, el hablar, lo que pertenece al campo de la experiencia de la explotación de los sentidos.
Así, el hombre nuevo, en tanto aparición, ha sucedido instalándonos primeramente percibiendo de nuevas maneras, porque la conjugación entre mente cuerpo se ha dado de manera tal que sería inevitable una mutación física y química a raíz de la cual el análisis de los factores sociales influyentes sería posible.
También podría analizarse la adaptación de los cuerpos urbanizados a las disposiciones innovadoras de la arquitectura, de la decoración, de las reglas y convenciones acerca de lo que es y no es el comfort.
Sin embargo, previamente sucede la evolución o micro evolución, mutación, paso a un estadío en el que se halla un tipo de lógica perceptiva intelectual corporal desconocida, en la que nunca antes se había estado. Estar en ella, habitarla, se debe a una micro evolución de la práctica del uso de los sentidos. Eso es lo que ocurre al ingresar, básicamente, al campo de una experiencia nueva.
El hombre nuevo puede ser conceptualizado sobre esta tesis, a grandes rasgos, biopsicologicista.
El punto o el conjunto de factores que se presentarían realmente de manera más interesante sobre todo para los cientistas sociales es aquel que incluye a la organización social de las sociedades de los nuevos hombres.
Las formas de organización que adoptan las ciudades habitadas por los nuevos hombres no son más que una especie de reflejo del trasfondo del intelecto social que ellos mismos han creado. Ciudades creadas a imagen y semejanza tanto del intelecto como de las vivencias de los sentidos del nuevo hombre.”


Al concluir la lectura del breve texto del profesor Aguirrezabaletta volví a A.D.E.C.L.E. No me encontraba en aquel momento lejos de allí. Necesité hablar con el joven que había aceptado los diez pesos que le ofrecí para poder llevarme así el escrito en cuestión. Resultó llamarse Avelino Ponce.
Al llegar, lo increpé. Le exigí que su memoria me diera el dato certero sobre la existencia de otras obras del profesor. Sospeché que treinta y cinco años de investigación no podían reducirse al malo y breve ensayo que acababa de leer. El joven Ponce dudó largamente antes de darme una respuesta. Finalmente, como si hubiese pesado los conceptos del sí y del no en una balanza, me dijo que recordaba haber visto en la lista de registros un texto firmado por Aguirrezabaletta diferente al que yo había robado.
Rápidamente le pregunté en cuál de los anaqueles podría encontrar ese texto.
Respondió que no lo hallaría de ninguna manera.
-Ese libro ya no está aquí, dijo.
No mucho más tarde Ponce pudo confesarme que había vendido ese libro también. Agregó que lo había hecho a través del mismo procedimiento que había utilizado conmigo.
Sentí que mi autoridad moral para juzgar lo que me había confesado era nula. Por eso callé.
Pasaron algunos minutos más y Ponce me informó que no comprendía el por qué de ese depósito de libros. En verdad no mencionó la palabra libros. Creía que aquellos que se encontraban en A.D.E.C.L.E. particularmente no eran libros. Intuyo que lo pensaba debido a que había creído que papeles sin copias, sin firma editorial, sin tapas duras no lo eran.
Pensaba, dijo como irrumpiendo en el espacio, que se sentía rodeado de miles de diarios íntimos. Remarcó eufóricamente la palabra íntimos.
-Íntimos porque a pesar de estar aquí reunidos, a pesar de que exista este galpón para protegerlos del polvo y del olvido, no han sido jamás publicados y por eso jamás podrán llegar a cumplir ninguna misión. No aportan nada a nadie, porque están escondidos, porque funcionan como los diarios íntimos. Aquel que de alguna manera se encuentra esperando el encuentro con alguno de estos diarios, libros según Ud., esperará infructuosamente por siempre.
No pudo no improvisar un breve silencio que, a diferencia de otros miles, contenía montones de mensajes envueltos en electricidad.
-Estar rodeado de diarios íntimos me ha revelado que yo también soy uno. Me he convertido en un diario íntimo de la misma manera en la que un tipo sensible se convierte en artista o de la misma manera en la que un leñador se convierte en mueble. Nos suceden las mismas cosas. Nadie sabe de la existencia de estos papeles a la vez que nadie sabe de mí. Y sin embargo acabo de escribir una nueva página.
De repente, como dando a entender con su cuerpo que ese sería su último acto allí, dijo:
-Ud. es la segunda persona que ha entrado aquí en veintisiete años.

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