Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


lunes, 7 de febrero de 2011

LA ÉTICA DEL RESENTIDO (FRAGMENTO 18 - LEANDRO TRILLO)

VIBRANDO


Casi como por arte mecánico respondí a una mina que afirmó ante mí que yo no creo en la acción de extrañar, con tono de acusación, como denunciándome, que, efectivamente, no creo en los extrañamientos. Rápidamente y haciéndome sentir invadido me preguntó en qué creo, como dando por sentado que es obligatorio o saludable creer en algo. Le contesté que creo en colillas de cigarrillos. Del resto, en nada. Comenzó a decirme que ella tampoco cree en nada. Luego de haberlo pronunciado agregó que salvo en el amor, ella tampoco cree en nada. Más tarde, ese mismo día, recordé una deducción de Aldous Huxley en la que afirma que abocarse a repetir sentencias durante una bondadosa cantidad de horas diarias, cuatro veces por semana durante, digamos, una decena de años no genera otra cosa que una verdad. Fue así que comencé un día, casi jugando, a ejercitar un discurso de manera mecánica, como si estuviera hablando a alguien que sé quién es. Como si lo tuviera enfrente mío. Me había atraído la posibilidad planteada por Huxley. Me había generado una suerte de conjunto de temores que al pensarlos me resultaron inexplicablemente placenteros. Con los días la figura del otro ha ido desapareciendo de mis fronteras. Es casi como si no existiera. Yo no hablo con pretensiones comunicativas desde que empleo el método de la verdad de Huxley. En varias ocasiones he conseguido, entre otros, réditos sexuales a raíz de ello. Pues he logrado que lo que el otro piense me importe nada. Mi verdad se apodera del que tengo enfrente. Lo invade. O me deja o sucumbe. Desde que empleo este método no he necesitado volver a mirar a los ojos o dar atención a las palabras que los otros pronuncian más que en ocasiones cuya importancia o intensidad solo yo diagramo. Ello a causa de la efectividad del método, y también a que cada vez percibo como más predecible lo que el otro dice. Eso mismo ha sucedido en el grupo de pensamiento. “Soy muy estructurada” dicen las chicas. “Ay, no se si está bien o mal” dicen aquellos que todavía se rigen bajo esa premisa. El método de la verdad de Huxley me apartó bastamente del contacto que solía tener con la gente. Aun viviendo en circunstancias similares a las que habitaba previo a conocerlo. Seguía yendo a trabajar y seguía concurriendo a otras actividades que me demandaban situar el cuerpo en sociedad, pero ya nunca fue lo mismo. Parecido, pero algo apareció, como irrumpiendo, en todas las cosas y en todos los rostros y en todos los sonidos que me permitió olvidar mucho más fácilmente que antes. El uso del método me borró de la vida de mucha gente que fue incapaz de soportar lo que yo hacia, sin darse cuenta de que hacían ellos exactamente lo mismo que yo. Una colilla de cigarrillo, apagado, es mucho más real que una mina diciéndome que me ha extrañado o incluso que me solicite que se lo exprese yo a ella. Habrá pensado que no me cuesta nada, y también lo pensé yo. Pero no lo sentí. Además ella sabe que le miento si le expreso que la extrañé y sin embargo me reclama encaprichadamente que se lo diga. Pues esta vez se ha quedado con las ganas de que un macho le diga que la ha extrañado. Comencé lentamente a manejarme de una forma similar a esta. Establecí vínculos e interaccioné en grupos sirviéndome de esta metodología que pronto se transformó en regla para mí. El funcionamiento práctico del método Huxley es el siguiente: por las noches se identifica a quien se desea dirigirse y posteriormente se elabora un discurso, breve por lo general, para recitarle al día siguiente al sujeto seleccionado. Ese discurso debe ser estrictamente grabado en la memoria y en la voz de manera tal que se repita como si se tratara de un acto mecánico. Siempre. Así, frente a los otros, frente a los agentes que operan en el mundo externo, la apariencia adopta la forma de un ser que se encuentra en perpetuo estado de vomito. Yo mismo me encontraba vomitando todo el tiempo lo que había elaborado. No escuchaba. No había modificaciones. No había reemplazo de palabras. No había lugar a la improvisación. No había nada más que el hecho de una repetición mecánica de un conjunto de palabras mezcladas de tal manera que configuraban un significado decodificable para el otro. Me han dado cachetazos y me han insultado. He peleado y también he insultado. De las dos maneras. De la espontánea y de la premeditada. Sin embargo no creo haber hecho algo demasiado diferente de lo que hace el planeta, la literatura, el poder. Ese mismo mecanismo mencionado por Huxley que continúo utilizando de manera enferma, saturada, hartante, no es otro que el que emplea el mundo todo. El universo funciona así, el pensamiento, el lenguaje, las minas, los sí, los no funcionan de esa manera. Se engendran del mismo modo, bajo la misma lámpara de calor. Son mecanismos que se cortan con una misma tijera, que se pulen en aulas iguales e idénticas.
Las verdades pueden ser universales o pueden ser ortopédicas. Estas últimas se llevan mejor con los resentidos, pues entre ambos términos se establecen verdades de un día para otro. Y de la misma manera se desarman. Aceptar este acto, la aplicación de este mecanismo implica desprenderse de las verdades. De las identidades. Del amor. De las pasiones tradicionales, clásicas, románticas. Implica ser un lingera, un vagabundo de la existencia. Implica resentimiento incontrolable. Me he convertido en un salvaje. Mis manos se llenan de restos de comida mientras como porque lo hago como un simio, como un animal, como alguien que carece de rituales y de costumbres. Basta con que repita diez o quince veces el texto y el trabajo estará finalizado. Una nueva verdad nacerá y comenzará a morir en ese mismo instante. Puedo realizar cualquier cosa así. A nada temo bajo este estricto sistema de verdades pasajeras. Nada me molesta, nada me ofende, nada me asusta y a nadie deseo.

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