Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


viernes, 4 de febrero de 2011

LA ÉTICA DEL RESENTIDO (FRAGMENTO 17 - LEANDRO TRILLO)

INTROYECTANDO PROYECTANDO


Encontré desde hace un tiempo una especie de cura, de alivio que contrarresta eso intraducible que me sucede un par de veces por semana. Está eso relacionado con la angustia, con pasiones míseras, de la percepción íntima de la miseria. No haré esfuerzos por explicarlo ahora, pues llevo una vida intentando hacerlo y no creo que ocurra ahora el milagro.
Participo de un foro virtual. Se organizó bajo el rótulo de Grupo de pensamiento. Lo llamamos Grupo Lo Capital. Se armó espontáneamente y estoy allí como participante del mismo modo en el que voy a participar de un recital de jazz. He hallado en este foro ese mismo vaho a bosta que hallo allí en donde el lenguaje se ve mínimamente desafiado. Hace pocos días dije que las actitudes de una serie de alumnos a los que enseño no más que giladas en aulas horribles y aburridas me parecieron estúpidas. Manifesté que le temo a la estupidez, yo, que siendo el más estúpido de todos, trato de no serlo tanto. Dos o tres minas, mucho más estúpidas que yo, que inútilmente leyeron mi texto no pudieron evitar poner inmundas caras de vírgenes violadas al leer la palabra estupidez. Me he reído un poco, pues se armo una discusión de putitas histéricas, todas calientes. Les pregunté, cuando se hartó y se saturó lo que soy capaz de soportar, que es cada vez menos, ¿qué les pasa? Cuando hablan los filósofos por la televisión de la estupidez nadie dice nada, porque nadie los escucha. Cuando hablan los intelectuales por radio acerca de la estupidez, nadie dice nada, por el contrario, se efectúan una serie de festejos y exclamaciones del tipo “que bien lo de este hombre”, “Claro. Éste tipo sí que sabe pensar”. Las muy imbéciles auspician, sin poder darse cuenta, la misma careteada que tanto las ofende cuando la nombro yo. Cuando a la estupidez la muestran los programas de televisión mientras inyectan mierda en las cabezas como si se tratara del hecho de poner un chip en un teléfono celular, ellas le miran el culo al conductor del programa y dicen, admirando sus trajes coloridos y la inconmensurable cantidad de dinero que imaginan que posee “¡Qué bueno que está!” mientras muerden arrastrada y putañeramente su labio inferior con los dos dientes de arriba y giran de un costado a otro sus atrofiadas cabezas que creen cualquier cosa menos que están participando de un espacio de pensamiento. Imagino nítidamente la situación. Miran esos programas de porquería y mandan mensajes de texto votando en un concurso inmundo por sus estrellas favoritas creyendo luego, cuando la sesión de la inyección de mierda cesa, que es allí adonde podrán o deberán buscar la materia prima para participar en un foro de pensamiento. Ahora, cuando en ese espacio para pensar, inútil desde ya, lo planteo yo las imbéciles se ponen como monjas a las que les han tocado malamente el culo. ¡Imbéciles! Las muy pelotudas se dedican a la docencia. Eso me asusta. “¿Tan estúpidos son los pibes?”, se preguntan. “¿Tan buenos somos nosotros?”, se repreguntan. Como si no lo supieran. Están encarando mal los razonamientos y los planteamientos. Me hartan ellas y quienes son como ellas. A mí, a Jesús Mujica, me desespera esto. A veces me pregunto cuál es la razón por la cual no me suicido. A veces me pregunto también cómo es que yo, con la triste formación que tengo, soy docente. Es innegable, todos somos el problema. Tanto quien me propone como yo, que no tengo demasiados reparos en aceptar. Quien no es docente en la oscuridad, como yo, trabaja en negro y quien no trabaja en negro acepta oscuras ofertas y quien no acepta oscuras ofertas pinta de negro lo que luego recubre con una sábana blanca y quien no simula lo negro con lo blanco no sé.

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