ESCENOGRAFÍA DE RODRÍGUEZ RICOCHET
Nadaba, cantaba, gustaba de la soda fresca, se peinaba, corría, hacía arpegios en la guitarra, jugaba juegos de mesa. Todo ello con frecuencia, como todo junto, como lo que se ve de cualquier otra persona. Conocía el fragmento, anunciaba cosas y rara vez pensaba en política.
La calle era una puesta teatral en movimiento perpetuo. Escenografías, disfrazadas y disfrazados, payasos, el barro y el marfil en convivencia alternada, plantas, algunas luces, veredas que albergan a unos por la mañana y a otros por la noche, negocios alucinantes con los mostradores repletos de caries.
Por eso Rodríguez Ricochet, así es su apellido, es como quien merodea por entre escenas. Protagonista de álbumes de una sola foto. O de dos, como mucho.
La continuidad, la linealidad, el afecto por la predicción, terminarán, tarde o temprano, por abandonar el cuerpo de Rodríguez Ricochet.
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