Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


lunes, 30 de mayo de 2011

DISCURSO Y DESEO EN LA LÓGICA CAPITALÍSTICA - LEANDRO TRILLO - FRAGMENTO 13

Localización conceptual. Brújula teórica.

En este punto del análisis me encuentro en una especie de encrucijada teórica, pues debo hacer algunas elecciones conceptuales en este momento.
Hay algunos caminos posibles para plantear la situación.
Uno es desde la tradición filosófica, la cual planteaba al deseo como aquello que tiene como objeto algo que se halla en nuestro poder de deliberación. Una de las características de la episteme en la que se fundó esa concepción, entre otras, es que carecían en aquella época de medios masivos de comunicación y de técnicas de marketing inscriptas en la posmodernidad.
Otro camino consiste en considerar a la fenomenología del deseo desde elaboraciones contemporáneas, precisamente deleuzianas, foucaultianas e incluso desde la perspectiva de Lyotard. En virtud de este punto critico de la exposición, es necesario manifestar que trabajaré, predominantemente, desde los apuntalamientos teóricos de la escuela de filosofía francesa contemporánea, pues muchos inventos han pasado ya desde los postulados filosóficos clásicos como para continuar citándolos en oraciones que suenan a verdad. Aunque no es posible dejar de reconocer que las oraciones que pretenden dejar de hablar en tono de verdad están también hechas con aquellos mismos preceptos filosóficos. Salvo, creo, las escritas por Nietzche. Él, desde mi óptica, supo salirse de todos los discursos.
A modo de breve exposición de lo planteado hasta aquí, mencionaré que los mecanismos de fortalecimiento negativo son, entonces, aquellas operaciones subjetivas que trabajan bajo las condiciones de saturación del contexto social capitalístico que, a la vez, es vivenciado desde la naturalización de y en la experiencia. Como un juego cuyas reglas, por más salvajes que sean, son naturalmente aceptadas. Así, la experiencia se torna cada vez más insoportable -saturadora- y simultáneamente necesárica, extremadamente expuesta al ámbito de la saturación de la deseabilidad y al tránsito por lo necesárico a la vez. Por eso la experiencia se reproduce y logra mantenerse. No por capitales extranjeros, ni por monopolios, ni por las clases dirigentes, sino por operaciones subjetivas que trabajan sin darse cuenta para este mantenimiento.
La experiencia así contextualizada despierta latigazos de deseo necesárico, extremo, saturado, pues es un deseo que tiende a posarse perpetuamente sobre aquello que le es ajeno, pero que experimenta y vivencia como propio. No propio de sí, inmanente, sino propio de su condición de deseo capitalístico, consumido por la sed necesárica y por las operaciones subjetivas de esa lógica.

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