Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


miércoles, 11 de mayo de 2011

DISCURSO Y DESEO EN LA LÓGICA CAPITALÍSTICA - LEANDRO TRILLO - FRAGMENTO 7

CAPÍTULO 2

DISCURSO Y DESEO. APUNTES VINCULARES.

Apuntes sobre la producción discursiva.

La teoría que se pretende desarrollar en Discurso y deseo en la lógica capitalística encuentra uno de sus pilares en la producción de discurso, la producción discursiva en las condiciones sociales de emergencia capitalística en tanto lógica.
Lógica, como ya he alcanzado a esbozar, se refiere a la configuración de la subjetividad sostenida y apoyada sobre los preceptos y mandatos producidos o emergentes de lo capitalístico, como modo de configuración y posterior constitución de la dimensión subjetiva de los individuos de la sociedad que se corresponde con este sistema de funcionamiento social.
La lógica capitalística se instituye en el marco del paradigma del fenómeno de la globalización. Ello delimita, o quizás sea adecuado decir que deslimita, los alcances del modo de producción del discurso capitalístico y/o producido por la lógica capitalística.
Es necesario un introito teñido de interrogación, genealógica tal vez, de lo que es la producción discursiva de un sistema social.
Diré primeramente que la producción discursiva es la forma de la alianza que se establece entre la contextualidad social (sus factores de producción, la historicidad), la configuración de la subjetividad y sus modos de enunciación.
La idea de historicidad se refiere a una especie de transformación acaecida en la subjetividad social a través de la cual hechos culturales mutan, con intensidades variables, las figuras de representación que previamente los sujetos poseen y producen de problemáticas sociales determinadas.
Los discursos sociales son un conjunto de prácticas lingüísticas que tienden a mantener y/o promover un formato de relaciones sociales que sostienen un grado intenso de coherencia con las disposiciones de un dispositivo social puntual. De esta manera, se constituyen como empresas que trabajan con la elaboración de sentidos. Esos sentidos, parte de las figuras reproductoras del dispositivo, esquematizan modelos relacionales, de acción y fundamentalmente de deseabilidad, sostenidos en la práctica discursiva.
La producción discursiva es aquella posibilidad de existencia del sujeto -sujetado- en las inmediaciones y en la dimensión de lo que un paradigma (episteme o dispositivo social, al decir de Michel Foucault) permite pensar, advertir, intuir y/o territorializar.
La producción discursiva es la emergencia de ello. Sobre esa institución es posible, generalmente y de forma posterior en el tiempo, ejercer el estudio, análisis y crítica del discurso social. Previamente debe instituirse el proceso de constitución discursiva.
En concordancia con ello se vislumbra que me refiero a un proceso instituyente que quizás -ya será analizado- se encuentre más instituido de lo que aparenta.
La producción discursiva de un sistema social se encuentra sujeta, entonces, a procesos y procedimientos de institucionalización subjetiva de formas y de sentidos que se internalizan en la subjetividad social, y su función, básicamente, es la de servir a los fines de la habitabilidad de la dimensión subjetiva en el mundo.
Es operativa la subjetividad aliada con los límites y los principios excluyentes del discurso.
En referencia a estos principios, Foucault, en “El orden del discurso”, suponía que en toda sociedad la producción del discurso se encuentra controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad. Indica además que las prohibiciones que recaen sobre el discurso, a través de los mecanismos excluyentes, revelan rápidamente su vinculación con el deseo y con el poder.
Con relación a lo antedicho, Foucault piensa que no tiene nada de extraño debido a que el discurso no es sólo lo que manifiesta o encubre el deseo, sino que es a la vez el objeto mismo del deseo, pues el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que uno quiere adueñarse.
En un artículo sobre la producción discursiva y los problemas sociales, Juan Sandoval Moya refiere al lector la hipótesis foucaultiana de que en toda sociedad la producción del conocimiento está a la vez controlada, seleccionada y distribuida por un cierto número de procedimientos de exclusión social, fundamentados en tres formas básicas de control de la producción del discurso.
Primeramente se refiere a la categoría de lo prohibido, la cual señala ámbitos de la realidad sobre los cuales no puede hablar cualquiera, siendo -apunta Moya- los espacios de mayor exclusividad el de la política y el de la sexualidad.
Luego, como otro principio excluyente del discurso formulado por Foucault, plantea la separación entre lo normal y lo anormal. Manifiesta que no se establecen ámbitos temáticos de prohibición social, sino que se centra la segregación en el establecimiento de rasgos o características personales que inhabilitarían a determinados sujetos para producir discurso.
El tercer principio de control en la producción de discurso -indica Moya- se refiere a lo relacionado con voluntad de verdad, estableciendo la operación de preceptos ahistóricos o a prioris, que se encuentran implantados en toda producción discursiva, bajo la producción de cualquier contexto social.
En esta inteligencia concibe Moya a los discursos sociales sujetos a mecanismos de control y producción de subjetividad social.
Lo que pareciera que se produce entonces, de forma aparente tal vez, reflejo lunar quizás, es un pack de sentidos (sujetos al conjunto de factores morales, históricos, culturales, geográficos y geopolíticos) a los que las figuras incorporadas a lo subjetivo recurren, a través de ese discurso producido, a los fines de habitar el mundo y de relacionarse con él.
De ello la importancia vital de la contextualidad y de la historicidad de ese proceso de producción discursiva, en este caso preciso, en las inmediaciones de la lógica capitalística. Pues la subjetividad social se relaciona, en la lógica y en el mundo de producción de experiencia capitalística, básicamente con la hipersaturación y con la hiperestimulación de las capacidades del deseo. Produce agenciamientos fugaces, fluidos, hiperconsumistas e insostenibles en el plan de perduración en el tiempo.

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