Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


viernes, 20 de mayo de 2011

DISCURSO Y DESEO EN LA LÓGICA CAPITALÍSTICA - LEANDRO TRILLO - FRAGMENTO 10

Los juicios diferenciales. Una herramienta discursiva. Las tribus urbanas. Una puesta en escena del discurso en la lógica capitalística.

La economía de las palabras, la supresión de la mediatización, en tanto uso mecánico de las palabras, resultará útil en relación a observar determinados fenómenos sociales. Consideremos el surgimiento de los agrupamientos denominados tribus urbanas. Sus condiciones de aparición, sus emergencias y la mecánica discursiva de su sometimiento a juicio.
La emergencia (emergente) de materia social, como por ejemplo el fenómeno de aparición de las tribus urbanas, es gestada previamente por una confluencia de vectores, por una pluricausalidad que se hace convergente y visible en un momento dado del contexto social.
Un hecho, como cualquier otro, es reductible a la situación básica de carencia de sentido de los hechos del mundo.
El proceso de significación y atribución de valores y emociones a lo que acaece es un hábito social que nada tiene que ver con el hecho en sí.
De esta manera, teorizar los procesos de los que el aparato subjetivo social se sirve para observar se presenta como una necesidad en el campo de la indagatoria al discurso, debido a que partir de allí se entra en la dimensión de la creación de la realidad.
Este tipo de figuras son, de fondo, una cuestión epistemológica. El relato de una historia.
La observación se encuentra indisolublemente ligada y ejercida a y hacia la elaboración de un juicio. Juicio que representa la posibilidad de existencia social y de habitabilidad en la vida cotidiana. Porque la emisión del juicio produce en la subjetividad la sensación de universalidad, de autonomía y de certeza.
El dispositivo discursivo del juicio funciona como una apoyatura social de la subjetividad. La ilusión del pensamiento.
Entiéndanse por posturas aquellos elementos artificiales pertenecientes a la dimensión social, acatados a lo ideológico y a la dimensión histórica de los sujetos, que se corresponden a través del cuerpo con diversos tipos de patrones de conducta y códigos. Ficciones.
Es sencillo a través de un juicio tener un panorama de la situación social en la que uno pueda identificar rápidamente en qué posición es necesario o conveniente estar.
Deconstruir ese efecto de los juicios diferenciales y limitarse a observar su constitución semiótico-social, lo cual implica criticar la voluntad de verdad, contribuirá a desarrollar una especie de afección a la práctica de la autonomía.
Retomando como analizador a las tribus urbanas, diré que de acuerdo a una serie de discursos manifestados en sectores del conjunto social que vieron necesario emitir su juicio sobre las tribus, lo que se observa es parte de la compulsión discursiva al planteamiento de posturas determinantes.
Las posturas determinantes constituyen un modo de identificación social por diferencia. Anteriormente me referí al acostumbramiento y mecanización interpretativa de los juicios diferenciales. Son juicios diferenciales porque direccionan lo percibido hacia el acatamiento reglar y normativo de la sociedad con el fin de establecer diferencias con el resto de los miembros del sistema y/o de la organización.
El sistema de empatía e identificación social no es frecuentemente empático o identificatorio, sino diferencial. La positividad, aquello que afirma como sujeto de la sociedad, en tanto cuna de la fragmentación y de la diferencia, es el poder diferenciarse discursivamente del otro. En este caso, el otro, el diferente, es el que introduce una práctica, una muestra de materia social que hasta ese momento se mantuvo implícita, más allá de que su gestación haya estado ligada a la dimensión de lo explícito.
Los juicios diferenciales, las posturas, la policía discursiva, el abuso del discurso mediatizado manifiestan una posición diferencial, un juicio, una especie de contralor subjetivo que se manifiesta interminablemente y de forma repetitiva sobre el trozo de materia social en cuestión.
Este tipo de discurso no tolera la existencia de algos. Entra en confrontación con ellos a través del discurso policíaco. Algo es la expresión lingüística de la materia social, aunque existente, no nombrada aún.
Se presenta como característica, como reflejos quizás, como un índice, la necesidad conceptual de receptar del discurso del otro una imposición binaria, un juicio, una apreciación que no se esfuerza por expresarse por fuera de escalas de evaluación de lo normal y lo anormal -valga recordar que esta antinomia es un principio de exclusión discursivo del conjunto elaborado por Michel Foucault-. Es decir, que es un proceso que tiende a la similarización de la subjetividad, al batallamiento de aquellos lazos que ejercen y manifiestan diferencias. Por ende, a la supresión de lo que en la subjetividad se representa como no-sujeto. Por ello es necesaria la utilización constante de la herramienta discursiva del juicio diferencial y del contralor subjetivo social, pues la similarización defiende de la vivencia irrefrenable de la singularidad y de la carencia de sentido de la experiencia del mundo social a la manera de una coraza, de una armadura.
Se trata de la compulsión a vivenciar la experiencia a través de la emisión de juicios y a no poder obviar necesitarlos para no romper con la linealidad existencial.
Ocurre, pareciera, que un mecanismo subjetivo que nos gradúa de sujetos borrando otras cosas (imposibles de saber, pues no llegaron a ser nombrables, no se convirtieron en palabras, se las echó antes de la conciencia) actúa de manera taxativa sobre la percepción y la conciencia, es decir, marcando un rumbo de pensamiento, distante de una intervención de la que gocen la capacidad deseante, la deseabilidad misma, la práctica de la autonomía. Tan sólo un rumbo. Un rumbo que dirige hacia lo que no se corresponde en absoluto con la apreciación de una producción singular de flujo de materia social ni con el posterior aprendizaje social que de ese descubrimiento de materia social se podría hacer.
El territorio hacia donde se dirigen esos flujos es de lo que me ocupo. Constituye lo capitalístico. La subjetividad está intensamente invitada a habitar esa lógica.
El concepto de aprendizaje social resalta aquello que interviene generando estructura. Generación de escalas de valoración, de elementos de opinión que más tarde se volverán a convertir en tics discursivos, etc.
Un vicio inevitable de la acción discursiva hace que, generalmente, las conversaciones se efectúen de manera justificativa. Aunque, ¿cómo podría ser de otra manera?
“Yo acepto a las tribus urbanas, pero no comparto lo que hacen”.
“Para mí está bien”.
“A mí no me interesa”.
En todos los casos el sujeto parlante se afirma sobre una de las opciones que ofrece el pack de evaluación cultural que se adquiere mientras se va adquiriendo la cultura, es decir, en una posición (posición discursiva del sujeto sujeta a juicios diferenciales), todo lo cual atenta contra la conducta de la apreciación.
Así, haciendo uso de la exacerbación, podríamos imaginar que mediante la sociología, por ejemplo, sería posible establecer un método que, ante una situación X (pongamos por caso la aparición en el lenguaje y en el mundo de las significaciones sociales de las tribus urbanas) podría enumerar todos los discursos y/o juicios diferenciales que un sistema social es capaz de producir a la hora de opinar y posicionarse sobre la situación X.
Un aprovechamiento de este tipo de flujo de la materia social reclama ser atendido por apreciaciones subjetivas en estado de resignificación, es decir, bajo aquellos discursos tipo que el supuesto método sociológico nombrado no pueda nombrar ni incluir en sus categorías.
Esto no implica, desde luego, comenzar a hablar nuevos lenguajes. Se ha hecho ya referencia al concepto de heteroestasis y es oportuno incluir ese concepto en esta parte del estudio, pues es la concepción que se corresponde con el uso de la herramienta discursiva del juicio diferencial. Sólo es la proyección de una necesidad de voz ya ronca que por más que grita y reclama ser atendida y transformada, no pareciera ser escuchada. Ese es el método y el mecanismo que la ignora. Los síntomas son visibles y el conjunto discursivo social se arma en base a su enunciación, pero no en base a su crítica. Pues semejante empresa demanda atención a la deseabilidad y ella, tanto como la subjetividad, se encuentra bajo las operaciones que, en líneas generales, llamo distracción. Disposiciones sociales de la distracción de la subjetividad.
Aludo con ello, sirviéndome de los desarrollos teóricos de Gilles Deleuze, a una especie de territorialización perpetua, invasiva y totalitaria de los productos de la lógica capitalística en la gran mayoría de los espacios de la subjetividad.
Una mecánica similar a ejercer la ignorancia, a sabiendas de que es imperioso dejar de ejercerla sin por ello poder dejar de hacerlo.
En lo diametralmente opuesto a eso se configura el aprendizaje social, luego de lo cual lo que se constituye como social es la memoria.
¿Dónde radica el valor existencial de los miembros de las tribus urbanas?
Justamente en el impulso de una deseabilidad que apuesta por la diferencia. Una fuga, un extravío hacia alguna forma de autonomía aún no conocida (ahí radica su valor inventivo) que de tan fuerte y poderosa se torna inentendible para la estructura.
La estructura tiende a la rigidez, al planteamiento de leyes universales que, para quienes las acatan y convierten en dogma, se tornan soportes subjetivos indispensables e inmodificables. Por eso se repiten incansablemente en casi todos los intersticios del mundo y la interacción social.
De la invención por sobre cualquier otra cosa dependerá la codificación de los destellos de materia social que irradia la situación de aparición de las tribus urbanas en tanto emergente de impensables, de epistemes cargadas de signos desconocidos.
Es dable codificar uno de esos destellos y pensar que los miembros de las tribus tratarían, además de diferenciarse del resto, movilizados por el sentimiento y la percepción de la necesidad de diferenciación, de producir materia social, de cambiar, porque quizás perciban con una sensibilidad abrumada el tedio de la existencia, su sinsentido, sentido por excelencia de la vida. Quizás se sientan más aburridos que otros sujetos de diversas profesiones y creencias y quieran habitar mediante lo lúdico, crear materia social, como cuando se atraviesa por la niñez, condición que con la edad no es desaparecida, sino escondida.
Quizás estén pensando en responsabilidades muy grandes (o quizás no estén pensando en nada, lo cual no constituye un pecado, sino más bien una invitación que formula la lógica capitalística) y, en consecuencia, imaginándose en el futuro, al cual tal vez no quieran que pertenezcan sujetos como los que hoy opinan y advierten dramáticamente que los jóvenes han perdido definitivamente el rumbo.
Tal vez estén comunicando que no lo perdieron, que ahora saben que ese rumbo, que ese norte, que esa constelación moral, molar y cultural no es del todo real y que pensándolo y viviéndolo de esa manera se sienten poderosos, cierta y extrañamente libres.
La práctica de la autonomía implica, seguramente, un dócil manejo de aquello que se presenta en la sociedad como ficción. Menos sujetos sujetados.
Pensar escribiendo tiene la ventaja de que el pensamiento y su proceso de conceptualización inventiva no es drenado por la acción que produce la actitud cotidiana de la opinión que practicamos los hablantes en el transcurso de la conversación.
Opinión implica el sentido del discurso efímero, justificativo, combativo, competitivo, irreflexivo, apoderado por el juicio diferencial.
Conceptualmente y a modo de ilustración de cierto tipo de fenómenos ya descritos en estas páginas, se puede formular, esquemáticamente, la noción de sistema aórtico.

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