Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


miércoles, 6 de abril de 2011

INVESTIGACIÓN EN CORONEL SUÁREZ: BALDOMERO NATALIO YÁÑEZ (Fragmento del libro Los relatos sosos de Ímber Martínez, de Leandro Trillo - 2010)

Las historias que se transmiten de generación en generación y de forma oral suelen tener la característica de ser levemente, en el peor de los casos, distorsionadas por la erosión que diversos factores ejercen sobre la capacidad de memorizar de oportunos interlocutores, razón esta que justifica en este relato la inexactitud de algunos datos justamente por ser éste uno de aquellos, viajero indocumentado. Suponer que quizás ya no exista la posibilidad de dar con la verdad de la cuestión, de alguna manera me tranquiliza.
Quizás este relato posea la característica de dejar escrito lo que nació y debería seguir siendo oral. Pero opto por escudarme en la legitimación que otorga el acto biográfico ante las posibles acusaciones que los espíritus viajeros del tiempo puedan denunciar en contra mío.
Se dice que en la localidad bonaerense de Coronel Suárez, en algún momento de la década del cincuenta del mil novecientos tubo lugar el nacimiento de un tal Baldomero Natalio Yánez. Este no es un hecho de espectacular relevancia, pero sí, según viejos y nuevos relatores oriundos de localidades cercanas a Suárez, lo es el acontecer de su vida.
Los primeros relatos acerca de su extraordinario devenir comenzaron a ser narrados por un pequeño grupo de breves ancianos oriundos de Suárez en las postrimerías de los años ochenta.
Don Hipólito (tal vez su más acérrimo y constante admirador), un empleado de una empresa de transportes (o de una empacadora quizás, nunca quedó claro) solía relatar episodios de la vida de Baldomero Yánez (a quien refiere jamás haber conocido personalmente) los días miércoles después del trabajo en la vereda de su casa, relatos que estaban destinados a los curiosos oídos de quienes quisieran arrimarse.
El señor Lisandro, sobrino y escucha de don Hipólito, contaría años más tarde:
-Un miércoles de otoño, mi tío nos contó a algunos pibes la vez que Baldomero metió tremendo zapatazo desde la mitad de la cancha grande del club, metiendo adentro con pelota y todo al zurdo Velásquez, arquero por aquel entonces de la primera. El equipo para el que jugaba Yánez ganó ese picado por dos a cero.
Otro episodio de la extraordinaria existencia de Baldomero me fue referido en Coronel Suárez, mientras llevaba a cabo mi tarea de biógrafo de anónimos, por un sujeto llamado Gabriel:
-Don Hipólito era un viejo macanudo. Un miércoles se cebo unos mates. Éramos varios escuchándolo. Contó la vuelta que Baldomero se enamoró de una muchacha de Ingeniero White que conoció en la fiesta del camarón. Creo que era 1978 o 79. Decía que el tipo se fue hasta White a dedo unos meses después de haberla conocido para ver si la podía agarrar como novia. Natalia se llamaba, creo. Decía don Hipólito que esta tal Natalia no le dio ni la hora y que Yánez volvió al pueblo al día siguiente y estuvo un montón de tiempo deprimido.
Tal vez sea para el lector más curioso aún el episodio narrado por el señor Oscar, hijo de don Hipólito, curiosamente también un miércoles, en la vereda de su casa (distinta a la de don Hipólito) frente a varios espectadores:
-Decía mi viejo que un verano en el que este Yánez se había agarrado una infección intestinal galopante, se leyó la Divina Comedia en una semana y dos días.
Empezaba un abril cuando viajé a Coronel Suárez a investigar la vida de Baldomero Yánez; recogí unos cuantos relatos cargados de una similar cotidianeidad a los expuestos; y seguía comenzando Abril cuando volví a casa.
No está dentro de mis objetivos finalizar este intento de relato biográfico sin exponer una conclusión que me fue imposible refutar mientras viajaba desde coronel Suárez a casa. O bien la vida de don Hipólito fue sumamente solitaria, ermitaña e infeliz, hipótesis que no me seduce más que otras, o bien don Hipólito fue poseedor de una sensibilidad con respecto a lo cotidiano ajena por lo menos a mí. Hasta podría decir que envidiable.
Otra hipótesis que me resulta más aprobable es la de pensar que las pequeñas ambiciones que se buscan tan obstinadamente a veces, opacan, frente a la sensibilidad de gente (como yo), la virilidad espiritual con probabilidades de momentos de felicidad que los hechos cotidianos ponen frente a todas las narices cada día. Podríamos hablar, para el caso, de costumbrismos culturales, de prácticas sociales quizás alejadas de la sensibilidad cotidiana o de otras cuestiones. Pero no ahora. Para eso mejor tratemos de interpretar a los intelectuales que han pensado y trabajado sobre estos temas.
Debo confesar que jamás, ni en aquella época ni ahora, logró hacerme pensar en una existencia extra-ordinaria el hecho de hacer un gol desde la media cancha; mucho menos el haber sido rechazado por una mujer y tampoco el de leer la Divina comedia en el tiempo en el que Yánez lo hizo. Ni siquiera me conmueve demasiado ganar una falta envido con veintitrés o veinticuatro o ligar los cuatro reyes y ejecutar tute.
La cuestión es que de extra-ordinaria, la vida de Baldomero Natalio Yánez no tiene nada. Hasta que no consiga refutar la segunda hipótesis que tengo acerca de don Hipólito, acierto a pensar que la de él tal vez sí.

1 comentario:

  1. Interesante conclusion, ya vida cotidiana revalsa de heroes camuflados de seres cotidianos, que van construyendo el imaginario social, y con ello una forma de sentir, pensar y amar!!

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