Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


lunes, 18 de abril de 2011

EL HALLAZGO DE UNA NOVELA REAL (Fragmento del libro Los relatos sosos de Ímber Martínez, de Leandro Trillo - 2010)

Durante un ocioso allanamiento realizado a la Delegación de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, creo que a causa de una sospecha o de una denuncia – da igual pues aquí ambas implican los mismos valores y se rigen por los mismos procedimientos – se incautaron varios archivos de material añejo pertenecientes a los productos elaborados para los medios masivos de comunicación.
Yo, a causa de una investigación biográfica que me encontraba haciendo, pude acceder a ese material, pues uno de los profesionales encargados de analizar desde la competencia judicial cada una de las muestras incautadas era aficionado a la tarea de la investigación biográfica y no era la primera vez que me encontraba con él, quien con reciente anterioridad me había facilitado el acceso a una serie de expedientes y archivos que de otra manera no hubiera podido examinar sin atravesar por desalentadoras travesías burocráticas. Por otra parte, los trabajos que yo había realizado, sobre todo en los últimos dos años en materia de investigaciones, hicieron que mi nombre allanara ya una serie de caminos constitutivos del ambiente.
El análisis del material incautado se llevo a cabo en una oficina modesta situada en la calle Laprida al 300. La inspección que el equipo designado por la dirigencia judicial dispuso duró aproximadamente cuatro meses de arduo trabajo.
Mi labor estaba exenta tanto de análisis jurídicos como de búsquedas de indicios que dieran cuenta de irregularidades administrativas, más allá de que me encontraba compartiendo con el equipo investigador el espacio y la intimidad de una serie de elaboraciones de hipótesis y conclusiones referidas a aspectos técnicos y jurídicos. El aficionado amigo a la labor biográfica solo me había indicado que podría permanecer allí respetando ciertas reglas referidas al silencio y a la discreción. Su jerarquía lo eximió tanto de presentarme como de dar explicación alguna acerca de mi presencia. Por ello durante los cuatro meses me dedique cautelosa y pacientemente a la inspección de aquello que pudiera aportar a mi labor. Fue así que descubrí un archivo en el que se guardó, de acuerdo a la etiquetación del contenedor denominado GF - 186, una serie de proyectos de producción televisiva en estado embrionario. Guiones y descripción de ideas para llevar a la pantalla en su gran mayoría. Durante el período referido leí varias novelas y seis guiones de programas humorísticos.
Algunas semanas después, al sistematizar la información obtenida y a raíz de investigaciones desconectadas pero paralelas, pude percatarme de la escasa difusión en el ambiente mediático del proyecto que, de todos, fue el que menos tardó en acaparar mi atención. De él hablaré.
Encontré, entre todas, una carpeta roja que contenía en su interior setecientas cincuenta y ocho hojas escritas a máquina. La primera indicaba dos nombres. El de la novela diagramada en la carpeta y el de su autor. El primero es En una novela real y el segundo, Ricardo Canicoba Antúnez. Demoré escaso tiempo en concluir la lectura de la obra. Algo había en ella que llamaba mi atención. Tal vez una serie de características que no había encontrado en otras obras literarias ni en producciones televisivas.
Primero señalaré que En una novela real no hay ni trama ni conexiones coherentes, de acuerdo a la nomenclatura empleada por el acostumbramiento. Más bien ocurre una desconexión entre sucesos que se prolongan perpetuamente. Es una novela en la cual se resalta de alguna manera una constante creación de sentidos. Pareciera que, con el fin de no morir, los personajes dotan de vida a una parte de cada uno de los días en los que se ven envueltos resignando la continuidad de su protagonismo por alguna razón que pone en dificultades a la capacidad de explicación de aquello que llamamos lógica literaria. Un dato importante: En una novela Real, como se acaba de sugerir, carece de personajes protagonistas.
En una escena que pertenece al capítulo número cinco se relata la historia referida a las circunstancias en las que se conocieron dos personas que solo se vieron una vez en una fiesta en el invierno de 1985. El capítulo es breve. Indica condiciones climáticas, algunas frases intercambiadas y no registra una conclusión ni feliz ni no feliz.
Sin poder decir por el contrario o paradójicamente, en el capitulo número seis se registra la compra de un mate de palo santo efectuada en un almacén de barrio en un día de Enero por un anciano y su nieta. El nudo, o lo que sea, radica en la internación y posterior deceso del anciano a causa de una abrupta baja de su presión arterial ocasionada por la intensa temperatura a la que se expuso. Canicoba Antúnez deja sospechar al lector en ese mismo capitulo que el anciano poseía una amplia gama de atrofias cardiovasculares que colaboraron para su fallecimiento en el hospital local.
Puede observarse que en el capitulo número nueve se hace una breve referencia al anciano fallecido en el capitulo número seis. Canicoba Antúnez manifiesta que la mencionada referencia se corresponde con el hecho de conocer al fallecido y compartir la noticia con un conocido a quien se encuentra, en este caso, en la terminal de ómnibus de la Capital Federal. El sujeto conocido se dispone a viajar hacia el Perú. Desde el capitulo número diez hasta el número trece la novela traba una borrosa y poco consistente relación de continuidad con el periplo emprendido por este personaje. Las escenas transcurren en siete pueblos situados en el trayecto al Perú e implican a la cantidad de treinta y nueve personajes entre cuyas intervenciones se destacan la de una señorita irlandesa con la que el viajero mantiene un fugaz romance relatado con singular erotismo y la de un niño mexicano que se convierte en su guía por cuatro días.
Seria honesto informar que una considerable serie de capítulos de la novela han sugerido a este cronista una conocida sensación de aburrimiento, al estilo de aquellas que irrumpen algunas tardes de domingo, pues el autor no desestimó los fines de semana en su obra. La estructura de En una novela real posee un orden cronológico similar al de la vida cotidiana humana. Por ello hay capítulos que omiten contar algo.
A partir del capitulo número trece Canicoba Antúnez centra sus esfuerzos en el relato de la vida sexual de un matrimonio que reside en la ciudad de Rawson. A través de la lectura del capitulo número dieciocho se entreve que el matrimonio resulta ser dueño de una agencia de viajes a la cual el viajero que visitó el Perú en el capitulo número diez consultó en una ocasión, años atrás, las tarifas ofrecidas para efectuar un viaje a México.
No he hallado coincidencias de mayor importancia más que las expuestas durante la lectura de los noventa y siete capítulos que componen En una novela real. La desconexión obrante entre personajes e historias ha sido el eje central y constante de la obra, a excepción de las que he referido luego de haberla inspeccionado en dos ocasiones con atenta intención. No abundan datos referidos a los personajes mencionados. Los diálogos escritos por el autor obvian la enunciación de nombres propios, de profesiones, de referencias geográficas y de circunstancias políticas y económicas.
A poco tiempo de haber concluido la primera lectura de la obra me dedique al rastreo de los datos biográficos de Ricardo Canicoba Antúnez. Pude saber, no sin un obstinado esfuerzo, que había residido durante alguna parte de la década de 1980 en la capital de la provincia de Río Negro y que había mantenido allí un empleo en una emisora radial local. Poco después, abocado brevemente a la búsqueda de sus eventuales trabajos para televisión, descubrí que había pertenecido en los principios de la década de los noventa del mismo siglo al equipo creativo de una productora de televisión de la Capital Federal.
Me fue informada también la autoría del guión de una telenovela que se emitió por el viejo canal Dieciocho que, pese a su escasa medición, perduró al aire durante tres meses y tres semanas.
Quise elaborar un programa de estrategias para conocer a los actores que protagonizaron esa telenovela pero dos fueron los invencibles obstáculos que de inmediato se me presentaron. Uno de estricta índole económica. El otro, que ninguno de los actores que hubieron protagonizado la producción manifestó saber que lo había hecho. Pude corroborarlo a través de entrevistas telefónicas realizadas desde una oficina de una dependencia estatal que me fue facilitada por quien me permitió escrutar los archivos adonde descubrí la existencia de En una novela real.
Luego de ese fallido y último intento por dar con el paradero de Canicoba Antúnez me vi obligado a abandonar la empresa debido a cuestiones personales y a una sensación.
Lo último que pude saber es que en los depósitos de varias productoras para televisión ya fuera de servicio de la ciudad Autónoma de Buenos Aires se encontraron ejemplares del guión de En una novela real.
De acuerdo a los registros de un Organismo competente se supo que jamás se intentó llevar adelante el proyecto.

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