Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


viernes, 29 de abril de 2011

DISCURSO Y DESEO EN LA LÓGICA CAPITALÍSTICA - LEANDRO TRILLO - FRAGMENTO 3

El concepto de pensamiento social.

A continuación propongo apuntes y notas referidas al concepto de pensamiento social.
A los fines de la complementación de los ámbitos del discurso, el pensamiento social constituye un esquema subjetivo del que, simplemente, nos servimos los sujetos.
El pensamiento social es, primeramente y en líneas generales, aquella capacidad autopoiética de la subjetividad social dependiente de la contextualidad histórica en la que acaecen sucesos en el mundo social.
Está pensado para dar cuenta de aquello que sucede en donde y cuando se constituye todo aquel ingrediente fundante de los discursos que más tarde se instalarán en el imaginario social, y por ello, en la práctica discursiva. Se hace manifiesta en este punto una íntima relación establecida entre el imaginario social y el discurso y sus tecnologías. De la hiancia de esta relación sospecho que es de donde provienen, en tanto invenciones de la subjetividad, los patrones morales en su estado discursivo y todos aquellos productos de allí derivados que dan constitución a un dispositivo social.
Por dispositivo social entenderemos, en primer lugar, un conjunto resueltamente heterogéneo, que implica discursos, instituciones, disposiciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados escritos, proposiciones filosóficas, filantrópicas, etc. En síntesis, tanto lo dicho, como lo no dicho. He aquí los elementos del dispositivo, y el dispositivo mismo es la red que puede establecerse entre esos elementos.
En segundo término, el dispositivo es justamente la naturaleza del vínculo que puede existir entre estos elementos heterogéneos. Así, cierto discurso puede aparecer como el programa de una institución o, por el contrario, como un elemento que permite justificar y enmascarar una práctica que, en tanto tal, permanece muda, o bien funcionar como la reinterpretación secundaria de esa práctica, brindando un nuevo campo de racionalidad.
En tercer lugar, entiéndase por dispositivo una especie de formación que, en un momento histórico dado, ha tenido como función principal la de responder a una urgencia y ésta es una función estratégica.
Se agrega a las consideraciones vertidas un pack de características a primera vista binarias: la solidez y la liquidez.
No se propondrá un apartado específico para desarrollar esta idea binaria que está tan de moda enunciar en los ambientes académicos y no tanto.
La idea de lo líquido y lo sólido, a los fines de este trabajo, es una relación metafórica que se ha establecido entre dos formas de pensar la habitación subjetiva en el mundo.
A esas dos formas de pensar la habitación subjetiva, desde diversas disciplinas se las ha nombrado paradigma. Así, como primera aproximación, la solidez y la liquidez responden a cada uno de los paradigmas que están en colisión frente a tal postulado.
Esos paradigmas son el paradigma de la modernidad y el de la posmodernidad.
Sobre las lógicas de nuestro presente modo de existencia subjetiva habla Suely Rolnik, cuyos aportes descansan en este estudio, al referirse a las Identidades Pret à Porter.
Pensar en la conocida afirmación “Dios ha muerto” puede poner de manifiesto la autopoiesis de los humanos, de la subjetividad, y puede decir algo también acerca de los paradigmas.
Dice Ester Cohen que “que Dios haya muerto nos pone frente a la perspectiva trágica, es decir, no hay ningún lugar seguro ni único donde alojar el sentido.
De allí: subjetividad como producción de deseo, como experiencia vital de la creación de sentidos”.
Gilles Deleuze interpretaba al aparato psíquico no como un escenario de teatro donde se reproduce la tragedia de Edipo, sino como una fábrica. Una fábrica en donde lo que se fabrica son sentidos, direcciones hacia donde dispararán deseos, multiplicidades. Esta es una manera de romper de algún modo con la lógica implantada en la subjetividad social por la modernidad, pues es un buen ejemplo de un producto moderno la obra freudiana, más allá de su tremenda inventiva y su despampanante ingeniería teórica.
El paradigma, que luego adquiere su rótulo histórico, su denominación, es un término introducido por Thomas Kuhn (1962) para designar al conjunto de postulados, principios, axiomas compartidos por una comunidad científica, y en virtud de los cuales se plantean los problemas y las soluciones referidos a su campo específico. Asimismo, el paradigma constituye una realización modélica de la actividad científica.
Denise Najmanovich estudia la influencia del paradigma científico clásico nacido en la modernidad, época en la que ha sido situado el establecimiento de las lógicas tanto identitarias como científicas que usamos hasta hoy, aunque con ciertos avatares, pues según amplios fundamentos, dichas lógicas están en crisis, mutando, adquiriendo nuevas formas. A eso se conoce como la crisis de la modernidad, vivenciada subjetivamente y a través de la historia y los dispositivos sociales como solidez. Y esa crisis es la que da la entrada conceptual de la posmodernidad.
Aquellas lógicas, dice Najmanovich, impidieron explorar la cualidad y la transformación, la diversidad y el azar, el acontecimiento y la singularidad.
Por eso la crisis de estas o aquellas lógicas implica un movimiento epistemológico: es, pareciera, algo así como un desgarro subjetivo, o un desacople empezar a “convivir”, a “habitar” con el azar, con el cambio y con la incertidumbre del lado de la ciencia. Porque el paradigma clásico moderno instituyó una forma de constitución subjetiva que no incluía demasiado lo azaroso, lo paradójico y demás. A esto nuevo que ocurre, que da paso a la configuración de las identidades pret à porter, lo llamamos la experiencia subjetiva de la liquidez y/o la fluidez. Estas son, a grandes rasgos, las ideas y trasfondos que dotan de emergencia a la dupla solidez-liquidez o modernidad-posmodernidad.
En el primer párrafo de La Condición postmoderna – informe sobre el saber, Jean Francois Lyotard sostiene que la condición postmoderna designa el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del siglo XIX.
Pensar la subjetividad en este contexto es despedirse de lo absoluto (teológico lo llama nuestra autora) y explorar un territorio fluido en permanente cambio.
Una propuesta para pensar la problemática de las lógicas de identidad que vinieron después de la caída de las de la modernidad es dejar de pensarlas con la carga de la trascendentalidad de la filosofía moderna, aquélla que busca la esencia, el “es”; y pensarlas con “y”, “entre”, “ahí”, “situación”, “acontecimiento”, “el encuentro y la composición azarosa, fluctuante, que cambia por naturaleza”.
Arqueológica y brevemente diré que Tomás Hobbes (1588-1679), en plena instauración moderna, propuso lo que llamó el contrato social moderno.
Consistía, básicamente, en reemplazar la libertad individual (cederla) a cambio de la seguridad social.
Nació allí el Estado paternalista, cuyos preceptos base ordenaban velar por sus flamantes sujetos.
Durante varios siglos el Estado ha cumplido esa función, generando un vínculo, una forma de sujetación particular y protectora con los habitantes de ese Estado.
En algunos momentos de la historia, cercanos a estos años, de acuerdo a lo que he venido desarrollando, el Estado comienza a dejar de cumplir su rol paternalista y benefactor y las cosas comienzan a desordenarse, constituyendo así una nueva forma de orden o de forma de existencia.
Probablemente se pueda encontrar una de las causas argumentando que el desorden identitario o subjetivo emerge porque el contrato de Hobbes, aquél que había insaturado formas de funcionamiento subjetivo-social, aquél que había generado e instalado y propiciado la configuración de las lógicas identitarias de la modernidad, deja de hacer lo que hacía dejando a los sujetos pensando identitariamente en un medio que ya no acepta esa lógica de pensamiento.
¿Por qué entra en crisis esa modalidad de la subjetividad?
Porque los preceptos de la seguridad social planteados en la modernidad se reemplazan por el sistema de funcionamiento social basado en la economía del libre mercado y, básicamente, en lo que propongo denominar como lógica capitalística.
En ese marco, y para concluir esta breve exposición sobre la cuestión paradigmática de la sociedad y de la subjetividad social, diré, citando a Ignacio Lewkowicz en “Pensar sin Estado”, que el Estado no desaparece como cosa, sino que se agota la capacidad que esa cosa tenía para instituir subjetividad y organizar pensamiento.
Si el pensamiento social emergente de tal o cual momento histórico demuestra una consistencia sólida en el sentido de que resulta de práctica utilidad, casi como un objeto, como por ejemplo una herramienta (herramienta subjetiva que construye habitaciones subjetivadas, redefinidas, reinventadas y rescatadas del estallido y del desfondamiento de la red que las contenía), se funde con el stock imaginario de significaciones de la sociedad y deviene palabra como acción y actuación (se generan, entre la multiplicidad, posibilidades, movimientos político-partidarios, O.N.G., blogs que generan asombrosas intervenciones sociales).
En otra situación, en caso de que el surgimiento de pensamiento social resultase de contextura líquida, es decir discursivamente más imperfecto, con menor cantidad de lógica discursiva y lingüística que uno de esquema duro o sólido, probablemente parecería como que se colara por entre los tejidos sociales más expuestos al proceso de adormecimiento o hipersaturación del deseo, que son, básicamente, los sectores más imbuidos e implicados subjetiva y materialmente con la lógica de consumo. En este caso, la tecnología del pensamiento social opera mediante mecanismos de funcionamiento negativo.
Los mecanismos de funcionamiento negativo ejercen una maniobra de manipulación de la percepción y de la actualización del pensamiento social. No me refiero ahora a cuestiones de índole material. He pasado a considerar fragmentos conceptuales de la materia subjetivo-social, de ingredientes que sólo tienen dominio en el campo del aprendizaje y el pensamiento social. La estereotipia como concepto referente a la movilidad de las estructuras está ligada a este tipo de procesos.

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