Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


martes, 21 de diciembre de 2010

EL NUDO DE ANÍBAL GONZÁLEZ (Fragmento del libro Los relatos sosos de Ímber Martínez, de Leandro Trillo - 2010)

EL NUDO DE ANÍBAL GONZÁLES


A lo largo de la historia, desde el principio de cosmogonía griego hasta doctrinas mucho más modernas como el constructivismo radical, el género humano ha, y continúa hoy más que nunca, tratado de encontrar la causa primera de los fenómenos naturales, causas que de no ser encontradas, serían inventadas hasta el punto de llegar a saber que la Tierra está sostenida por gigantes tortugas.
Ya sobre el siglo XVIII algunos iluminados comenzaron a elaborar fuertes teorías para comprender los fenómenos de la psique humana: comprender a los que comprenden.
Es innegable que desde las expediciones de Thales hasta el descubrimiento y estudio del quantum, se ha ido labrando la cadena de la ciencia.
El hecho que nos convoca se aleja del fin de analizar la evolución de la ciencia. Esta introducción pretende tan solo aproximarse a comprender un comportamiento, un hecho particular. Un bonaerense.
Aníbal Gonzáles nació y se crió en el barrio de Constitución. El hecho primero se produjo el día 2 de Diciembre de 1948. Hizo su paso por la primaria en la escuela Nº 47, Facundo Quiroga. A ella, como a tantas otras, debía concurrirse con saco y corbata.
Desde edad muy temprana, Gonzáles aprendió a efectuar el nudo correspondiente al mencionado accesorio textil. Lo curioso es lo que éste ritual, desde siempre, despertó en él. Significaba un momento diario de felicidad propiamente dicha. No así el hecho de sacársela, razón por la cual en muchos momentos del día, en los que no se anudaba la corbata (que eran varios, por no decir la mayoría del día, a excepción de cinco minutos a las seis y media de la mañana, de lunes a viernes) anhelaba no sin cierta tristeza aquel hecho, que devino acontecimiento en cada una de las ocasiones en que lo llevó adelante.
Este puede ser el punto en el que puedo sugerir una relación entre el hecho que será narrado y la reciente introducción.
Cierto es que éste Gonzáles fue alguna vez un ser de esencia triste. Siempre recordó depresiones anímicas que habitó. Alguna vez su psiquiatra llego a recetarle antidepresivos suaves y algunos ansiolíticos. Pero toda tristeza existencial que pudiera padecer Aníbal Gonzáles, encuéntrese seguro el lector de lo que digo, desaparecía como por arte de magia a la hora de hacerse el nudo de la corbata. Los fines de semana, al contrario del común de la gente, representaban un padecimiento por estar los sábados y domingos, generalmente exentos de eventos que requiriesen el uso de una corbata. Lograba hacerlo olvidar momentáneamente de la desgracia alguna invitación a un casamiento o a eventos que requiriesen parecida formalidad textil. He referido anteriormente la sugerencia de establecer una relación entre esta particularidad de Gonzáles y teorías científicas.
Veamos. Tal vez sea oportuno preguntarse que es lo que una corbata y el hecho de hacer su nudo significa para una persona. ¿Cuál es la razón que hace que un hecho de tamaña irrelevancia para el común se convierta en necesidad de una persona? Citaré a la disciplina del psicoanálisis para intentar comprender:

“…Los procesos del sistema inconsciente carecen (…) de toda relación con la realidad. Se hallan sometidos al principio del placer y su destino depende exclusivamente de su fuerza y de la medida en que satisfacen las aspiraciones de la regulación del placer y el displacer.
Resumiendo, diremos que los caracteres que esperamos encontrar en los procesos pertenecientes al sistema inconsciente son la falta de contradicción, el proceso primario (movilidad de las cargas), la independencia del tiempo y la sustitución de la realidad exterior por la psíquica.”

He recurrido al concepto de principio de placer propuesto por la teoría psicoanalítica. Podría indagarse también en el Eros, en las pulsiones, en los instintos y demás. Se podría recurrir a pensar en catarsis, sublimaciones u otros mecanismos rigidizados o no. También a teorías objetales o vinculares.
Continuando con la existencia de Gonzáles, mencionare que su vida comenzó a armarse en torno a circunstancias adonde pudiera llevarse una corbata que le proporcionara al menos unos minutos al día de esa intrínseca felicidad, de ese peculiar goce de cuya configuración nada parece poder decir algo.
Hubo veranos muy tristes en su vida. Vacaciones muy solitarias por informales que, según dicen algunos, rondaron lo patológico.
Encontraba aquellos pequeños momentos de los que careció esporádicamente sin lugar a dudas a la hora de hacer el nudo de la corbata que portaría.
Será honesto decir que la suerte y la fortuna no esquivaron los senderos por los cuales se avecinaba Aníbal Gonzáles, pues no le fue imposible diagramar su vida a través de su indumentaria. Trabajo varios años en una oficina de correo, fue empleado bancario, colectivero, realizo tareas contables en un frigorífico (sin ser contador, pues nunca siguió una carrera universitaria) y ejerció como recepcionista en un hotel hasta el año 1997, año en que llevo a cabo con quien conoció en su paso por el correo y quien fuera su socio, un emprendimiento en el rubro gastronómico. Habían evaluado que la situación política y económica era estable y se aventuraron al proyecto con gran elegancia y formalidad, generosamente notable en Gonzáles más que en su socio. Aníbal Gonzáles contaba con 49 años de edad.
Todo funciono dentro de los márgenes previstos. El emprendimiento, sin ser una gran maquina de hacer dinero, permitió a ambos vivir algo más que dignamente durante algún tiempo. Llegaron incluso en el mes de Febrero del año 2000 a abrir una nueva sucursal de su negocio en el mismo barrio. Cada día, Aníbal, ya cincuentón, hacia el nudo de su corbata dos veces diarias.
Para un mejor entendimiento, es preciso no omitir la vigencia absoluta del ritual engendrado desde niño.
Había momentos en los que a Gonzáles se lo notaba feliz.
Las cosas empezaron a ennegrecerse unos días antes de las jornadas históricas del 20 y 21 de diciembre de 2001.
Haciéndoseme imposible entrar en detalles y de acuerdo a los escasos datos recogidos, solo señalaré que por los primeros días de febrero de 2002 ambos locales fueron cerrados. Gonzáles y su socio debieron irse de noche.
Nunca se supo claramente por qué ni cómo. Sí es real que quedó personal impago y mercadería pudriéndose durante algún tiempo hasta que roedores, envalentonados por la recesión y desertificación comercial, se encargaron de ingerirla. Supe también que no diminutas cantidades se dinero quedaron adeudadas a distribuidoras que no tardaron en iniciar acciones legales contra, aun hoy, dos personas invisibles y cosmopolitas.
Esto significo, además de una irregularidad, el fin de un trabajo en el que Gonzáles se sintió verdaderamente muy cómodo, gozoso; el fin de una época publica, de una época de relaciones sociales, el fin de nudos de corbatas.
Algunos autores y algunos filósofos han escrito mucho acerca de las crisis de las edades. Tal vez fue Gonzáles victima de los cincuenta. Quizás también fue preso de la informalidad.
Lo último que se supo de Aníbal Gonzáles a través de terceros de terceros, es que algunos meses después del colapso un pariente lejano lo encontró en su casa de Constitución, inmóvil frente a su placard. Vestía calzoncillos largos, un par de mocasines marrones y una sudadera.

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