Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


martes, 21 de diciembre de 2010

EL ENTREVISTADOR Y EL ESCRITOR (Fragmento del libro Los relatos sosos de Ímber Martínez, de Leandro Trillo - 2010)

EL ENTREVISTADOR Y EL ESCRITOR


-¿Por qué Ud., escritor, se define como un escritor?
-Porque he osado creer desde joven que quería trabajar de ello. Constituyo a un escritor por decisión. He decidido ser escritor. Ahora bien, ante la pregunta ¿de que trabaja Ud.? suelo responder que soy escritor y empleado de una dependencia estatal debido a que aun no he sido capaz de desarrollar los medios que me permitan subsistir materialmente a base de la escritura. Pero ello no implica menores atribuciones a ese arte. Para mi constituye la gratificación laboral, puesto que gustosamente lo haría gratis, como de hecho lo hago.
-¿Cuál es el género en el que Ud. se especializa?
-Esa es una pregunta que no termina de favorecer la elaboración de una respuesta adecuada en mi mente. Nunca han estado a la venta los géneros literarios ni la simpatía a determinados equipos de fútbol más que de una manera ficticia y cuestionable. No poseo ningún género literario y ningún género literario me posee. Soy escritor, entrevistador, por la razón de que no puedo dejar de serlo. El hecho de escribir es el hecho capital de mi vida. Luego de semejante confesión hablar de los géneros que me agencian o a los cuales agencio no tiene demasiada importancia ya que de arribar a uno o a otro no lo haría por una cuestión académica o científica, sino epistemológica, por necesidad. Un libro de cuentos, como hay en mi haber, es un libro de cuentos y es también un libro de no cuentos, por hacer uso de esta costumbre gramatical de Vicente Aleixandre.
-¿Ud. es entonces alguien que escribe sobre cualquier cosa, algo así como un opinólogo, como se acostumbra decir ahora?
-Puede ser. La ventaja es que Ud. no tiene la obligación de leer lo que yo escribo pero sí se encuentra obligado a vivir bajo las reglas impuestas por un conjunto de verdaderos opinólogos. No hay nadie que pueda escapar a la opinología. Los profesionales son acaso quienes más cerca se encuentran de poder hacerlo en lo que respecta a su campo. Aquello que se acerca a la ilusión de una solución es opinar que la opinología debe ser conducida con moderación. Su mal es la ansiedad y la rapidez con la que se obliga a actuar. Tan solo le quedara a Ud. y a mí la elección de querer confiar en las apariencias de algo que parezca serio, riguroso, estudiado. Solo quedara confiar en las intuiciones, el sexto sentido, puesto que no puede esperarse ninguna verdad de la producción de los medios de comunicación ni de sus productos mediáticos que reproducen cada vez más frenéticamente los modelos de la faceta más vulgar de la opinología. Esa es la razón por la cual rechazo y a la vez acepto la acusación que Ud. formulara hacia mi persona.
-¿Hay algo que deba ser extrañamente contado o confesado acerca de la forma en la que vive un escritor? Ciertamente, la pregunta es ¿cómo vive un escritor?
-Bajo las condiciones sociales que ya le he referido le confesaré que éste escritor vive rodeado de fantasmas que son ya personajes, algunos casi reales, como yo, como Ud., otros a quienes deberé esforzarme por conocer detenidamente con el fin de restarle temor a sus presencias. Alguna vez escuche que Jorge Luís Borges refirió que la vida del escritor es una vida solitaria y desde hace ya un largo tiempo no hago más que acordar con él. Para mí, el mundo exterior a mi mundo interno no es propicio para hallar lo que íntimamente necesito para poder desear escribir, cosa que, por otra parte, no he podido descubrir cómo nombrar aun. No encuentro ese fomento innombrado en el baturrillo de las calles o de las muchedumbres invadidas por pasiones resecas y por una especie de viveza que desde luego rechazo. Prefiero la inspección de melodías serenas, la posibilidad de tener que esforzarme para mirar los colores que me rodean y la intimidad entre dos, o tal vez tres con quienes lo que nos une pueda ser un producto del ámbito de las pasiones vivas y ardientes, ya sea la admiración o el amor, si es que ambas palabras no significan a un mismo acontecer. He elegido la rudeza de una vida solitaria, plagada de ciertos personajes que he dejado de ver y quienes sin embargo me aconsejan a diario. Mi vida transcurre, si es lo que Ud. desea escuchar, afectada por siempre a recuerdos ya solidificados. No es sencillo construirlos. Por eso creo que escribo. Transito la eterna sensación de que a cada momento hay que empezar de cero.
-He escuchado, desde voces ajenas a la suya, referencias a Ud. en la que se lo caratula como una persona con suerte, afortunada. ¿Es Ud. verdaderamente una persona afortunada?
-Hasta adonde he vivido he tenido algunas experiencias de fortuna. Debo saberlo y no ignorarlo para poder obtener un rédito perdurable de ello. De todas maneras creo que la fortuna no tiene demasiado que ver con eventuales y gratas disposiciones del cosmos y de los dioses concebidas para uno. Más bien me tienta pensar que la fortuna no es sino la capacidad de crear réditos a partir de cualquier hecho o suceso que ocurra en la vida. Pareciera que la fortuna implica una particular capacidad, no poco misteriosa, de receptar gratamente la experiencia del universo. Una cuestión que aúna incesantes aprendizajes y recuerdos con lo presente. La fortuna es epistemológica y no real.
-¿Es Ud. un artista?
El escritor, el deseo innombrado, casi necesidad, acarrea la virtud de tejer tramas que abrigan la historia. Esa capacidad convierte a la escritura en arte en tanto el hecho de abrigar a algo o a alguien implica generar una transformación en su estado, en su temperatura y en sus sensaciones y por ende en su historia, que por ninguna razón atendible deja de ser la mía y la nuestra. Sospecho que todos y cada uno son y somos artistas en tanto tejedores de los registros que abrigan la trama de la experiencia del mundo. La diferencia entre algunos y otros es de conocimiento o, en todo caso, de aceptación de su profesión inmanente, profesión y a la vez condena de la que no se podrá escapar. De allí a que algunos artistas prefieran o se dediquen a practicar el fútbol, la corrupción o la música es una cuestión sobre la que nada podré decir, pues aun en este estado al que ha llegado el universo yo confío en la autonomía de los deseos. Los objetos y las conclusiones son artefactos e invenciones sociales y morales.
-¿Qué me podría decir de ellas?
-Todo lo que he escrito y todo mi silencio. La línea que divide a lo que Ud. llamó opinología de la cautela es en la mayoría de los casos borrosa y creo haber divisado el límite ante su reciente pregunta. Ello demanda mi silencio y recordarle que la labor en donde se encuentra lo menos peor de mis ideas es lo que esforzadamente he logrado escribir. No hay otras cosas que Ud. pueda extraer de mí que valgan la pena más que lo que he escrito y mi silencio. El resto, debido a una serie de condiciones sociales y epocales, se desvanece, de manera justa, como lo que es tocado por el ácido.
-¿Qué piensa acerca de la política?
-No he elaborado ninguna reflexión que señale un cambio o que al menos lo pretenda. Poseo una serie de impresiones ligadas a ella, constituidas en su mayoría por el desagrado y la vergüenza. Repetirlas no aportará nada a la reelaboración de la institución política. Sospecho que lo que más me conviene hacer es dedicarme de la manera mejor a lo que me moviliza y me gusta. En esa actitud radica la ética del deseo, la cual desde luego profeso. Creo que cada uno y todos deberían dedicarse a la proliferación del motor de su vida, de sus deseos. También intuyo que el mundo social debería entrometerse más en expandir los callejones y las academias que den a cada sujeto la posibilidad de develar el misterio del motor de su vida. Generalmente tal milagro ocurre a causa del azar, que favorece a todos y a nadie simultáneamente. Tal vez sea esto lo más decoroso que pueda decir acerca de la política. No obstante ello, no dejo de pensar que ni los entrevistadores ni los entrevistados, y mucho menos los ejecutores, sabemos agraciadamente de qué se trata en realidad la política, disciplina ligada a la filosofía si las hay, en tanto responsable de la transformación del universo.
-Yo no quisiera hacerle ninguna otra pregunta.
-Tampoco yo deseo que lo haga. Descreo de su interés, aquel que lo trajo aquí, justamente a encontrarme.
-Es cierto.
-Pues bien, si Ud. ha cumplido ya con sus obligaciones, entrevistador, y yo con las mías quizás se devele como necesario que nos separemos sin más dilaciones. Cada una de las despedidas que ocurren en el mundo a diario debería contener tan solo estas últimas frases en su discurso. Cualquier resto solo complica la situación y el futuro, llenándolo de compromisos y promesas que, probable es, jamás encuentren cumplimento. Extrañar o cuidar a una mascota no son ni promesas ni encargos dignos de ser prometidos o encargados en una terminal de ómnibus o en un puerto.
-Ud. me asusta, escritor. La vida no funciona como Ud. lo está planteando. Hay crueldad en lo que Ud. dice. Ud. es una persona cruel.
-Es posible la crueldad en este decir. Sin embargo, entrevistador, seguro es que habita crueldad en el hacer que Ud. practica, amargado entre deseos moribundos. Ud. es un desconocedor de Ud. mismo y esa es la cuna de la crueldad. El resto, como las acusaciones, es aire.
-No lo comprendo y ha dejado de interesarme lo que Ud. diga, escritor. Pues creo que hay algo que lo ha convertido a Ud. en una persona decrépita. En una especie de enfermo.
-De haber una enfermedad acusable creo que ambos somos su causa, entrevistador. Le reitero que el desconocimiento de uno mismo constituye la cuna de la crueldad y, más aun, de la decrepitud, como Ud. acaba de citar. Deje ya de efectuar acusaciones. De ello no obtendrá rédito alguno. Dedíquese a entrevistar, entrevistador, si es lo que ha elegido porque en tal actividad creyó y cree. Y de no ser así deseo honestamente que halle la suficiente valentía para redireccionar sus búsquedas y sus horizontes. Ud., como cada uno de los humanos, entrevistador, lo merece.
-Buenas tardes escritor.
-Buenas tardes entrevistador.

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