PRÓLOGO IX
La extrañeza en los sabores, la intensidad perteneciente al mundo de lo sensible en constante estado de explosión, la penumbra del día, el hallazgo de la incomodidad en lo que hasta hace segundos resultó insignificante. A ello tratan de describir las líneas que componen a algunos poemas.
La palabra poema no es una de aquellas que me cause recordable placer al escucharla o al pronunciarla. Similar tendencia al olvido ejerce la palabra moral, o especifique, o protocolo. Prefiero oír y pronunciar almendra, sinécdoque, Patricia.
Prefiero llamar al poema como palabra que me guste. Obra o hecho en todo caso, pues éstas parecen resaltar la vivencia poética del autor o la posible poesía de la vivencia. Otra faceta de su precio, acaso un lado siempre expuesto y jamás visto.
Leer, aunque fundamentalmente escribir poemas, sea quizás la prueba de revalidación de sensaciones curiosamente instituidas. Lo que llaman culpa devino no culpa luego de leer a Nietzsche, así como también algunas muertes han dejado de despertar llantos perplejos y no milagrosos a partir del esbozo de versos que con el tiempo no han sido papel amarillento sino carne, uña y noche.
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