PRÓLOGO IV
Al ver a aquella hembra,
desprovista de ropajes
de alabanzas y de nominaciones,
me pareció no percibirla
en el estado de constante mortuosidad de la carne.
Tampoco en la realidad únicamente
bulliciosa de una avenida o de una oficina
sino en la desesperación de un recuerdo
súbitamente liberado.
Sin embargo se que su existencia es falsa.
Le es casi imposible a ese recuerdo
intervenir en el presente.
Inexistente por inhabitable.
Y por poco que pueda intervenir
la recordación sobre el presente
y por más falsa que sea su capacidad
su verdad y su vigencia
despierta en el recordante
sed letal.
La de lo que podría haber sido.
La sed letal que causa conocer
la multiplicidad como concepto
sin poder jamás acceder a ella.
La sed que a todos
hasta los fines y hasta los comienzos
vence singulariza y justifica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario