Hola. Voltaire señalaba a quienes andaban por las mismas tierras que él , que la virtud tiene que ser ejercida por amor y no por miedo (Ver Fraude, en su Diccionario Filosófico).
Bien venidos a Tintas y Trazos.


Leandro Trillo.


martes, 1 de noviembre de 2011

PRÓLOGOS ERRANTES

PRÓLOGO XVIII


Es recurrente una sensación de no querer y no poder – lo que ambas voluntades producen conjuntamente - volver a escribir jamás. En ocasiones es una no densidad, sin embargo no liquidez. Una no pesadez, sin embargo una no liviandad. El ámbito de algo jocoso. Esa sensación que propone entender al prólogo, al acto, al hecho, a la obra, como un juego de combinaciones, una estrategia de ensamble de palabras, generalmente inútil, pues nunca, según recuerdo, he hallado correspondencias entre lo escrito, lo dicho, lo sentido y lo no escrito, lo no dicho y lo no sentido. Y tampoco, habiéndolo buscado largamente, he dado con aquel o aquella que haya presenciado ese tipo de encuentro. Se acrecientan constantemente las lejanías y todo, como una ilusión de circo, pareciera estar preescrito.
Es solo una óptica. Un no faro, una no novela, la no regularidad del sístole y del diástole. Latidos que laten solo a través de la sensibilidad. Así funcionan seguramente algunos cuerpos conocidos.
¿Qué es lo que dice de uno lo que uno no escribe? Misterioso, algo suelto que vaga por el espacio y que no para de latir. Una duda envuelta en misterios me frecuenta no pudiendo encontrar la razón por la que escribo. Sospecho que lo hago por una especie o tipo de diferencia. Me encuentro en un sitio en el que intuyo que solo soy capaz de sospechar. He perdido la capacidad de creer lo que afirmo. Tal vez sea el acto poético la forma más parecida a afirmar algo que insiste siempre, insistencia que halla el límite de su mutación en la forma de la sospecha. La experiencia es devastadora. Quien lleva por nombre Virginia sospecha que perdió las palabras necesarias para describir algunas sensaciones que experimenta. O sospecha que nunca las tuvo y que nadie las tendrá. Quizás escribir no sea una búsqueda y tampoco un intento. Quizás escribir sea una no búsqueda y un no intentar. En ningún caso las metáforas, y éstas en particular, se refieren a la misma cosa. Esa especie de semejanza es una ilusión, como así también lo son los dialectos que pretenden explicar la forma en la que ocurre el pensamiento. Allí, probablemente solo allí, en la conciencia de esa ilusión, encuentre quizás morada el latido, la pulsión de una escritura que deviene no escritura. Como un sueño no sueño. Como un no encuentro que se deja ver a través de lo que conocemos y nombramos como un encuentro. Como un hecho que ocurre en un lapso de no tiempo. Como una pulsión que estimula el acercamiento de palabras a no palabras.

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